CAYETANO RODRIGUEZ DEL PRADO. Fragmentos de Notas Autobiográficas. Recuerdos de la Legión Olvidada (2008) No. 20

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DE LA REUNION CON MAO ZEDONG HACIA HONG KONG

DEDICADO A ILANDER SELIG, COMPAÑERO DE VIAJES Y DE GRANDES PELIGROS

Muchas personas me han preguntado a lo largo de los años por cuáles razones recibió el Presidente Mao Tse-tung a la delegación del MPD y le dedicó tanto tiempo en esa conversación y se tomó una fotografía oficial con Ilander y Cayetano.
Mao le concedía gran importancia al aspecto ideológico y le otorgaba una consideración prioritaria.
En aquel momento, mediados de 1964, China luchaba arduamente por romper el cerco estratégico que en lo ideológico, y consecuentemente en lo político, trataba de estrecharle el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de Nikita Khushev.
Pero al mismo tiempo el Partido Comunista de China (PCCh) trataba, a su vez, de aislar política e ideológicamente al PCUS en cualquier parte del mundo, pero muy especialmente, en las naciones del tercer mundo, es decir en la mayoría de las naciones de Asia, Africa y América Latina.
Los partidos marxista-leninistas de todo el mundo, aunque trataban de abordar con independencia la solución de sus problemas internos, cuando se trataba de la situación mundial, tomaban partido en la pugna ideológica, o bien apoyando a la Unión Soviética o bien apoyando a China en esta difícil y candente contradicción.
En el caso dominicano, existían dos partidos que se había declarado seguidores del marxismo-leninismo. El Partido Socialista Popular (PSP), aliado ideológico del PCUS, y el MPD que, como contrapartida, defendía las posiciones ideológicas chinas en el debate internacional, eran las dos fuerzas que pugnaban abiertamente por ser consideradas como portaestandartes exclusivos de las ideas de Marx y de Lenín.
Además el territorio dominicano se halla enclavado en las aguas del Mar Caribe, muy cerca de Cuba y, en aquellos momentos, tuve la impresión de que el PCCh veía con recelo la poderosa influencia que sobre todos los pueblos de América Latina y sus partidos de izquierda ejercía la antigua Unión Soviética. Cuba apoyaba en aquellos momentos las posiciones del PCUS, en la disputa ideológica internacional.
Ya en 1962, en el Congreso de la Unión Internacional de Estudiantes (UIE) de Leningrado, nosotros habíamos realizado los primeros contactos con los chinos de la República Popular China a través de Li Qi Tao, su delegado, cuando después de un intercambio de informaciones acerca de nuestras mutuas posiciones políticas e ideológicas, nos pusimos de acuerdo para tratar de estrechar los vínculos entre nuestros respectivos pueblos.
Por todas estas razones, el liderato chino consideró oportuno el hecho de que su máximo líder recibiera, y conversara durante casi una hora y media, con la delegación del MPD que había llegado hasta su lejana nación y que los dirigentes chinos, en más de una ocasión nos señalaron que éramos los primeros dominicanos en visitar a las máximas autoridades de la República Popular China.
A medida que el tiempo transcurría en la conversación con Mao, nuestro anfitrión, por demás gran expositor de una extraordinaria diversidad de temas, iba profundizando cada vez más en cada una de sus ideas hasta que repentinamente, cuando yo esperaba una conclusión sobre el asunto desarrollado, iniciaba un nuevo tema que, para mí, aparentemente no guardaba relación con el anterior. Esta experiencia la repitió varias veces hasta que, con un poder de síntesis que nunca antes yo había visto, aquel personaje, en parte poeta, en parte filósofo, en parte científico social y en parte estratega militar, concluía sus ideas en forma impecablemente clara y precisa.
Así que mientras agotábamos un tema e inmediatamente iniciábamos otro, tenía yo la sensación de que cada segundo de nuestro tiempo deberíamos aprovecharlo al máximo. Pero uno de los funcionarios del protocolo se acercó a Mao Tse-tung y le habló brevemente en chino, él asintió con un leve movimiento de cabeza, y sus asistentes nos informaron que nuestro interlocutor tenía otras obligaciones y que debía retirarse.
Él se puso de pie y nosotros inmediatamente hicimos lo mismo. Nos estrechó la mano a cada uno de nosotros dos y nos dijo, entre muchas muestras de simpatía, que se sentía muy contento de haber tenido esa entrevista con nosotros y de haber podido exponernos sus puntos de vista y escuchar los nuestros. Nos repitió que para él era una gran satisfacción que conociéramos al pueblo chino y que esperaba que nosotros estuviéramos recibiendo las mejores atenciones.
Le agradecimos brevemente el honor de habernos recibido por tan largo tiempo y le prometimos llevarle al pueblo dominicano y a nuestro partido las mejores impresiones de ese encuentro así como impulsar las relaciones entre nuestros dos pueblos que, por el momento serían informales, pero algún día serían relaciones plenas.
Todos nos mantuvimos en silencio y de pie, observando como el Gran Timonel, paso a paso, se alejaba lentamente de nosotros hasta desaparecer por la puerta por donde había hecho su aparición en aquel lejano mes de julio de 1964.
Después de completar nuestro recorrido por diferentes regiones de China, nos dispondríamos a partir hacia Tokyo, Japón, para participar como delegados y, a invitación del gobierno chino de Mao Tse.tung, en la X Conferencia Mundial contra las Bombas Atómicas y de Hidrógeno que allí se realizaría en unos pocos días.
Cuando llegó el momento de partir nuestros anfitriones nos informaron que saldríamos de China por Hong Kong. Partimos en tren hasta la misma frontera de esa colonia británica, sin que pudiéramos disimular la preocupación que teníamos por el trato que podríamos recibir de las autoridades británicas. Sabíamos que en 1964 la “guerra fría” entre los Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y la Unión Soviética y China con sus aliados, por el otro lado, se hallaba en un punto álgido y, ¿qué podría esperar un par de jóvenes dominicanos que entraba desde China hacia una colonia de la Gran Bretaña, que era el más firme aliado de los yanquis en todo el mundo?
Sin embargo los chinos nos infundieron confianza: “No se preocupen, allá ustedes no tendrán ningún problema”.
Hong Kong, que en chino significa “Laguna Hermosa”, comprende la isla de su mismo nombre, la península de Kowloon con sus territorios anexos y varias pequeñas islas, todo ello ubicado en la misma desembocadura del rio Si-Kiang. La isla había sido cedida a los británicos en 1842 a perpetuidad mediante el tratado de Nankin, mientras se producía el ataque de los ingleses en la primera guerra del opio. Durante esa guerra las potencias occidentales se disputaban el mercado de entre 100 y 150 millones de chinos que consumían regularmente la citada droga. Cuando el gobierno chino de entonces destruyó grandes cantidades de opio, tratando de frenar su consumo, los británicos enviaron tropas para defender ese gigantesco narcotráfico y desencadenaron la guerra que los historiadores de todo el mundo vinieron en llamar “la primera guerra del opio”.
Dieciocho años después, en el marco de la “segunda guerra del opio”, los ingleses consiguieron también los derechos sobre la península de Kowloon frente a la isla. Al final del siglo XIX de nuevo los británicos obligaron a China a entregarles más territorios, esta vez la zona rural situada al norte de dicha península, hasta completar alrededor de mil kilómetros cuadrados de superficie.
Esta situación se mantuvo hasta 1941 cuando los japoneses atacaron y ocuparon Hong Kong durante cuatro años, en el transcurso de la segunda guerra mundial. Desde el final de esa gran guerra el territorio había estado en manos de los ingleses, y fue la situación que encontramos cuando llegamos allí aquella mañana de verano de 1964.
Dejábamos plantado, tras nuestros pasos, el árbol de importantes relaciones y al más alto nivel con el pueblo de la República Popular China y con su Partido Comunista hoy encabezado por el Presidente Xi Jinping.

CONTINUARÁ…

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