¿Cuántas guerras puede soportar EEUU?

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Eduardo Luque

¿Cuántas guerras puede soportar EEUU?

Blinken, Biden y ahora la durante mucho tiempo desaparecida Kamala Harris, mienten y mienten mucho. No es ninguna novedad puesto que forma parte del manual del buen político. La vicepresidenta estadounidense afirmó en una entrevista a la CBS que EEUU no enviaría tropas a Gaza; sin embargo las fuerzas especiales, los “Delta Force” hace tiempo que pisan el terreno y los drones merodean por los cielos.

El presidente Biden ha atado su destino al de Israel en esta guerra. El genocidio que estamos viendo en la pantalla puede erosionar (las encuestas así lo indican) sus posibilidades de reelección. En 2020, según los sondeos, el 69% de los musulmanes votaron a favor de Biden contra un 17% que lo hicieron a favor de Trump. La pérdida del voto musulmán en Michigan, Virginia, Georgia o Arizona (cuatro estados que ganó en 2020) podría costarle  caro a Joe Biden.

La ofensiva lanzada por el ejército israelí carece, en este momento, de objetivos concretos más allá de la matanza indiscriminada y la ocupación y reparto del territorio gazatí entre los colonos. Tanto es así que el Ministro de Asuntos de Jerusalén y Patrimonio de Israel, Amichal Eliyahu, sugería la posibilidad de usar armas nucleares contra la Franja de Gaza. La declaración, que fue matizada inmediatamente, demuestra que la situación militar no es tan triunfante como se quiere hacer creer. De hecho el conocido periodista israelí Ephraim Mordechai fue arrestado por informar que vio los cuerpos de soldados israelíes apilados por docenas dentro de un hospital en Tel Aviv. El gobierno de Netanyahu no quería entregar los cadáveres a las familias: se vería el gran número de bajas que sufre el ejército israelí.

De momento Benjamín Netanhayu no ha ido tan lejos como su ministro; barajó, eso sí, expulsar de Gaza a 2,3 millones de personas y enviarlas al desierto egipcio. La propuesta no encontró eco en El Cairo. Al-Sisi, presidente del país árabe, sabe que eso haría estallar las costuras, de por sí frágiles, de su propio país. EEUU ha ofrecido como compensación el perdón de una parte de la deuda externa, que supera los 130.000 millones de dólares. Pero: ¿Qué hacer con los supervivientes si Egipto se niega a aceptarlos?

En esta tesitura se abre paso otra propuesta. Parte de un presupuesto muy frágil: la derrota total de Hamás. Washington y Tel Aviv estarían discutiendo la utilización de una fuerza multinacional para “gobernar Gaza”. Todo ello si se cumple la premisa previa antes enunciada.

Antony Blinken, responsable de llevar a buen término este proyecto, pretende que sea un representante de la Autoridad Palestina (AP), previamente seleccionado y “amigo”, quien, tras conseguir la “revitalización” de la AP, se hiciera con el control de Gaza.

Mientras la situación no se estabilizara, las tropas estadounidenses y de otras naciones controlarían el territorio. Pero el director del FBI Christopher Wray anuncia graves riesgos para las tropas desplazadas en la zona si se llega a poner en marcha esta idea.

Es un plan que nace cojo de los dos pies. Primero porque los bombardeos no se circunscriben sólo a Gaza, controlada por Hamás, sino que incluyen a Cisjordania, bajo dominio de la OLP. En segundo lugar, el despliegue de tropas de EEUU sería visto como tropas de ocupación. El tercero, en realidad el quid de la cuestión: ¿cómo financiará EEUU tres grandes guerras al mismo tiempo?

El recurso utilizado durante años, imprimir billetes de colores, tiene consecuencias desastrosas para la deuda externa. Hay que renovar los bonos del tesoro que vencen a corto. En este momento, el pago de interés de la deuda supera el 20% del presupuesto federal. EEUU recauda unos 4,9 billones de dólares en impuestos y de mantenerse los tipos de interés al nivel actual tendrá que devolver la friolera de 1,5 billones. Es una cifra que supera con creces el presupuesto de defensa y que sólo se puede sostener si los países compran más deuda. La idea de pagar los bonos con nuevas emisiones, choca con la posición china. Es una auténtica comedia del absurdo; mientras los navíos de guerra provocan a la armada china, Washington pide al gobierno de ese país que siga comprando deuda externa. Norteamérica pretende, como siempre ha hecho, que el mundo entero pague sus deudas y de esta forma financiar los conflictos que tiene abiertos (Ucrania, Gaza, Taiwán) a los que se añade la posibilidad de intervenir en México con la excusa de la epidemia de Fentanilo.

La política china es deshacerse de los dólares y euros. Occidente teme una próxima crisis de la deuda y esperan que su rival asiático colabore en su alivio. Por otra parte, las continuas derrotas militares (desde Afganistán al actual conflicto en Ucrania) se han convertido en una enorme losa para la economía norteamericana. Nuevamente, la sombra de Edward Gibbon y su “Historia de la decadencia y caída del Imperio romano” se hacen presentes. Los recursos financieros de EEUU se agotan tanto como sus recursos militares.

Washington ha decidido que no tiene más opción que desvestir a un santo (Ucrania) para vestir a otro (Israel). Nuevamente la expansión cuantitativa (imprimir dinero) se utiliza como solución milagrosa. La Reserva Federal pretendía, como efecto de la subida de tipos, reducir también la emisión monetaria en circulación. Las guerras donde participa EEUU obligan al país a volver a la casilla de salida. El incremento inflacionario volverá a recaer a espaldas de las clases populares estadounidenses y también las europeas. EEUU exportará su inflación a la UE.

A la pregunta: ¿Cuántas guerras puede soportar EEUU? podemos plantear ya algunas respuestas. Con un presidente senil que ha dejado hace mucho de ejercer de árbitro entre las diversas facciones que chocan en el ejecutivo, un déficit disparado, nuevos repuntes inflacionarios, una economía basada en la financiarización que no ha conseguido reindustrializar el país como pretendían (al menos es lo que decían) Trump y el actual presidente, hasta los analistas más “pro-establishment” prevén el estancamiento económico en los próximos trimestres. Los datos de crecimiento en el empleo no son sino una burbuja de jabón; se reduce el paro estadísticamente aunque es a costa de una reducción de salarios que convierte a gran parte de los trabajadores asalariados en trabajadores pobres.

Mientras, los países BRIGS+ profundizan su integración económica y promoverán su nueva moneda en pocos meses. Se están estando las condiciones para una enorme crisis de la deuda en Occidente.

Las diversas tendencias que conviven en Washington, algunas de las cuales buscan el alto el fuego, temen y no sin razón que el apoyo de Biden a la campaña militar de Israel resten apoyos a los demócratas. La contestación ha alcanzado al propio Departamento de Estado norteamericano donde se recogen firmas a favor del pueblo palestino y se acusa al presidente de ser “cómplice del genocidio”. Biden es rehén de los lobbies sionistas en Washington. Trump, el responsable en gran parte de la actual situación al apoyar la firma de los Acuerdos de Abraham, ahora aboga por un alto el fuego. Los diarios norteamericanos anuncian disensos internos en la administración norteamericana, especialmente en el Departamento de Estado. La mitad del equipo electoral del presidente amenaza con dimitir. Blinken en un esfuerzo vacío intenta dirigir las culpas hacia Teherán y hacerle responsable intelectual del conflicto. Las propias agencias de información de EEUU han afirmado que Irán no ha tenido nada que ver.

LA UE, LA ONU: ¿DÓNDE ESTÁN LOS VALORES OCCIDENTALES?

Úrsula Von der Leyen ya no invoca los famosos “valores europeos”. Actúa como la reina de Europa. Sin consultar, realizó una visita improvisada a Tel Aviv que significó el respaldo de la UE a la actuación de Israel en la Franja. Los líderes europeos callaron amordazados por el miedo a la presión del lobby israelí. Eso permitió tras el 7 de octubre que un oscuro personaje, Oliver Várhellyl (Comisario de la ampliación) anunciara unilateralmente que la UE cortaba su ayuda a la Autoridad Palestina. Hubo bronca diplomática porque se arrogó poderes que no tenía. Como contestación Josep Borrell realizó declaraciones duras contra Israel. Aunque como todos sabemos es puraretórica.

La masacre en Gaza es consecuencia de la indulgencia sostenida durante años por la casta política occidental y eso jamás será reconocido por la Unión Europea. Por otra parte una parte importante de la izquierda, los verdes alemanes (que algunos califican como un partido “Neoliberal con reciclaje”), el PSOE español, el PSF… incluso el PC francés se alinearon bajo el relato oficial que presenta a Israel como víctima. Mientras los pueblos se manifiestan, la clase dirigente sigue atenta a las indicaciones quevienen del otro lado del Atlántico. La defensa de la soberanía nacional sólo es un artificio lingüístico, algo que tiene cierta utilidad en época electoral. Hace unas semanas la aviación israelita bombardeó la escuela francesa en Gaza; el Ministerio de

Exteriores galo anunció que había pedido explicaciones pero al mismo tiempo diputados del partido de Macron están elaborando una ley que pena con años de cárcel y multas cualquier manifestación en  contra del sionismo.

La ONU está sufriendo una enorme erosión. Políticamente está muerta. Su incapacidad para imponer sus propias resoluciones muestra su impotencia y su servilismo respecto a EEUU. La guerra en Gaza, como antes en Ucrania, mostró su inoperancia. Sus declaraciones altisonantes contra el genocidio perpetrado por Israel no pueden hacernos olvidar su falta de entidad para hacer cumplir sus propias resoluciones. Muchos países de América Latina, los pueblos árabes y la ciudadanía europea a pesar de la propaganda a la que estamos sometidos están dando una lección de solidaridad. La disonancia entre representantes políticos y la población a la que dicen representar tendrá enormes repercusiones en un futuro próximo.

LA ESCALADA

El miedo a la escalada está ahí. El discurso de Nasralá, Secretario General de

Hezbollah, lo dejó  claro, las opciones están todas sobre la mesa. Los reiterados golpes al ejército israelí corroboran los discursos. La escalada, de producirse, se extendería a toda la zona de Oriente Medio. Pero Hezbollah, que no fue informada de la operación del 7 de octubre, marcará su tiempo en función de sus objetivos. La intervención del grupo libanés implicaría la respuesta de la aviación estadounidense y una ampliación de la guerra, que es uno de los objetivos soñados por Benjamin Netanhayu. Los países árabes tienen los medios para destruir al Estado de Israel. Pakistán ha amenazado con usar armas nucleares si Israel ataca con ese armamento a un país árabe.

El ejército norteamericano se está implicando cada vez más. Hace tres semanas el Pentágono confirmó que había atacado dos instalaciones en Siria vinculadas al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán. El 31 de octubre, funcionarios de defensa estadounidenses anunciaron que sus bases en Siria habían sido atacadas 23 veces en dos semanas por grupos apoyados por Irán.

Hace unas semanas, el Atlantic Council, uno de los Thinks tanks más influyentes en Washington, planteaba  al presidente Biden que EEUU no puede “abandonar” Medio Oriente. El unilateralismo de EEUU se fundamenta en el control que ejerce Israel sobre esa zona y sus recursos energéticos. Es el gran dilema que vive EEUU que además se enfrenta a otra crisis, ésta social: los opiáceos. Muchos políticos de alto rango plantean la ocupación con fuerzas especiales de una parte de México. Todo ello para controlar las bandas del narcotráfico y poner fin a la crisis del fentanilo.

Washington no cierra una crisis cuando abre otras.  Como consecuencia se enfrenta a una multipolaridad de crisis que no puede resolver.

Sólo los locos extremistas religiosos y gente imbuida de creencias mesiánicas contempla la posibilidad  de destrucción colectiva, pero desafortunadamente son ellos los que controlan Israel desde ambos lados del Océano.

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