La desindustrialización de Alemania

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Redacción de Piccole Note

“Las mayores empresas alemanas abandonan el país». La desindustrialización es el tema de un artículo de Matthew Karnitschnig en Politico dedicado a la crisis que atenaza a Alemania.

Este es el meollo del artículo: «De repente, una tormenta perfecta ha golpeado a la vieja potencia europea, indicando que su recesión actual no es sólo «técnica», como esperan los políticos, sino más bien el presagio de un cambio fundamental de su suerte económica, que amenaza con desencadenar sacudidas sísmicas en toda Europa, creando más caos en el ya polarizado panorama político del continente».

¿UN PROBLEMA FINANCIERO Y TECNOLÓGICO?

El desempleo no deja de aumentar, señala Karnitschnig, y «los pedidos a las empresas de ingeniería del país, durante mucho tiempo un indicador de la salud de Germany Inc, cayeron drásticamente, un 10% sólo en mayo, el octavo descenso consecutivo. Esta debilidad es evidente en toda la economía alemana, desde el sector de la construcción hasta la industria química».

«El interés extranjero por Alemania como país en el que invertir también está disminuyendo. La inversión extranjera en Alemania cayó en 2022 por quinto año consecutivo, alcanzando su punto más bajo desde 2013″.

Hans-Jürgen Völz, economista jefe de BVMW, asociación que representa a las pequeñas y medianas empresas alemanas (Mittelstand), que constituyen la espina dorsal de la economía del país, explica a Politico que «a veces se habla de una desindustrialización progresiva».

Karnitschnig analiza los numerosos factores que han conducido a esta situación, desde la escasa propensión a la innovación tecnológica hasta una relación entre finanzas e industria demasiado desequilibrada a favor del sector industrial (a diferencia, por ejemplo, de Estados Unidos).

LA INEFABLE CAUSA DE LA DESINDUSTRIALIZACIÓN

En realidad, el análisis de Karnitschnig es poco convincente, basta con ver cómo trata la primera de las cuestiones críticas citadas: «El poder de la tecnología para transformar una economía -o dejarla atrás- queda patente al comparar las trayectorias de Alemania y Estados Unidos en los últimos 15 años. Durante este periodo, la economía estadounidense, impulsada por el auge de Silicon Valley, creció un 76% hasta alcanzar los 25,5 billones de dólares. La economía alemana creció un 19% hasta los 4,1 billones de dólares».

Si el axioma inicial es cierto, el paralelismo posterior parece mera numerología. En el periodo citado, en efecto, el auge de Silicon Valley coincidió con un estancamiento económico y financiero en Estados Unidos, apenas disimulado por inyecciones de montañas de dólares virtuales en el sistema, mientras que, paralelamente, Alemania se convertía en un gigante económico-financiero de proporciones mundiales.

La cuestión es precisamente esta última, a saber, que al titanismo económico, Alemania ha asociado una falta de relevancia política (gigante económico, enano político, se decía). Así, no ha podido hacer nada para defenderse de la adversidad del destino que la ha colocado en el centro de la competencia entre Estados Unidos, Rusia y China. En particular, de la aversión estadounidense hacia Berlín, visto como un competidor interno que se había atrevido a abrir las puertas de su economía a los antagonistas globales de Washington.

La guerra de Ucrania permitió a Washington -mediante sanciones- cortar los hilos que unían a Alemania con Rusia y la competencia entre Estados Unidos y China dificultó la cooperación entre Berlín y Pekín.

EL SIMBOLISMO DE NORD STREAM 2

A las sanciones se sumó el sabotaje por parte de Washington del Nord Stream 2, que tuvo efectos devastadores en la economía del país. Una hazaña, además, de gran carga simbólica, ya que el hundimiento del gasoducto fue paralelo al de Alemania.

Fue el acto de guerra más incisivo y devastador de la era posterior a 1989, ya que debilitó -y a la larga destruyó- la tercera economía del planeta y, al mismo tiempo, la de todo un continente. Además, todo ello en detrimento de países formalmente aliados de Estados Unidos.

Karnitschnig no puede escribir esto, por supuesto, y menos en un medio de comunicación como Politico. Sin embargo, sí lo menciona en su artículo cuando explica el impacto que el repentino aumento de los precios de la energía (causado por las sanciones y el sabotaje del Nord Stream 2) ha tenido en la economía alemana.

«En marzo, la empresa propietaria de la mayor fundición de aluminio de Alemania, Uedesheimer Rheinwerk, declaró que cerraría la planta a finales de año debido a los elevados costes energéticos”.

Aún más significativa es una mención posterior de mayor alcance: «En pocas palabras, la fórmula que hizo de Alemania la potencia industrial de Europa -una mano de obra altamente cualificada y empresas innovadoras impulsadas por energía barata- se ha deshecho.

HÍBRIDOS TEUTÓNICOS

Por último, una observación que ya hemos hecho antes, pero que merece la pena repetir. En realidad, Alemania también es víctima de sí misma y de su habitual hybris, al haber utilizado su triunfal marcha económica para erigirse en soberana de Europa.

Destruyendo el proyecto inicial de la Comunidad Europea, que hacía de ella un ámbito de cooperación y ayuda mutua de los pueblos del Viejo Continente, Berlín pretendió convertirla en un área de mero apoyo a su política global; invirtiendo, además, la otra perspectiva inherente a la génesis de la Comunidad, que era diluir la agresión teutona.

Con este apoyo, Berlín pretendía desafiar al mundo en solitario. Y perdió, por supuesto. Y, como en las dos guerras mundiales, arrastró consigo al abismo a todo el continente.

El abismo tardará en revelarse en todo su dramatismo. Y aún hay margen para medidas correctoras que amortigüen los efectos. Pero el escepticismo es legítimo dada la crisis global y, sobre todo, la talla de la clase política europea, bloqueada e infiltrada desde hace demasiado tiempo.

Fuente: https://www.piccolenote.it/mondo/la-de-industrializzazione-della-germania

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