¿Cómo podemos ayudar a las mujeres de nuestra clase?

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Marisol Fernández

Quisiera comenzar observando que existe el patriarcado en tanto que, como muestra la realidad, es mayoritariamente el hombre quien asesina a mujeres y a sus hijos, el que maltrata y humilla oprimiendo la personalidad y la decisión de la mujer que busca ser libre del hogar o fuera, desatar el nudo que la obliga a estar unida al hombre, facilitar las relaciones que la llevan a ser madre con sus hijos,…

Pero, después de leer en el Manifiesto Comunista que el patriarcado desaparece con la gran industria, me ha entrado el deseo de poder reflexionar sobre ello, puesto que como menciono arriba, la realidad parece demostrar lo contrario. La mujer es oprimida en lo laboral habiéndose establecido que ha de ganar menos que el hombre, que su trabajo vale menos, aunque en el mercado la mercancía en la que ella ha impregnado su fuerza de trabajo, su energía, se venda por el mismo valor que la mercancía en la que le hombre ha invertido su energía.

Estamos en la fase superior del capitalismo. La mujer participa en todos los ámbitos de la sociedad en mayor o menor medida, aunque, sin embargo, la mayoría de ellas continúan sometidas a una esclavitud cada vez más agresiva, pues las obliga a someterse a las leyes del capital para aparentemente tener un vida ideal: en el hogar y fuera de él trabajando para sostenerse ella y su familia, en la ciencia como individuo inteligente y capaz de colaborar en los descubrimientos y avances científicos y en la guerra como soldado o capitán defendiendo intereses que probablemente en la mayoría de los casos, son ajenos a sus intereses. Todas tienen en común buscar la independencia, la fortaleza para ser y decidir por ellas mismas, para aportar como un miembro más de la sociedad sin someterse a otros.

Están esas mujeres que trabajan en el campo, capaces de llevar sobre sus hombros la carga de una agricultura y ganadería sin la presencia de hombre que la dirija. Y esas otras mujeres que no son capaces de competir en el mercado laboral por su supervivencia y se ven dirigidas, obligadas a someterse mediante la prostitución. Todas y cada una de ellas buscan sobrevivir en una sociedad que quiere oprimirlas para obtener beneficios ajenos a los de ella misma. Por el momento, aunque creemos que sigue la misma línea, dejemos a un lado las mujeres trans, de las que las silenciadas, probablemente, sufran por la esclavitud laboral y por el sometimiento a unas ideas reaccionarias que la sociedad no es capaz de superar sino con la superficialidad.

¿Cómo entonces, los comunistas pueden defender que con la industria el patriarcado desaparecerá?

El patriarcado, con la aparición de la gran industria, tiende a desaparecer, dicen los comunistas. Necesitamos saber por qué lo dicen.

La mujer que, tras cuidar a sus hijos en los primeros meses o años de edad, busca salir de esa dedicación casi exclusiva hacia la familia, y ante la necesidad de cubrir todos esos gastos que supone mantener y cuidar nuevos miembros, tiende a vender su fuerza de trabajo en la sociedad. Se incorpora al mercado laboral convirtiendo su fuerza de trabajo, toda su energía en una mercancía. Esto la acerca a una nueva situación de esclavitud. Sale de casa buscando liberarse y se encuentra con que de nuevo ha de someterse, esta vez, a las reglas que la sociedad capitalista impone, si es que quiere vivir de su salario a la vez que ser independiente para decidir sobre el cuidado de la familia y cómo vivir su vida. No parece que el patriarcado pueda liberarla y, sin embargo, pensemos que al salir del hogar y participar en la producción en la fábrica, conoce mejor como es esclavizado el hombre, como ella misma es igual que él, esclavizada, sometida a horas de trabajo sin motivación alguna que no sea la de esperar el fin de la jornada para descansar. Esta mujer que se incorpora al mercado de trabajo, comienza a despertar ante las necesidades de un trabajador, de ella misma como trabajadora. Se fortalece su conciencia sobre cómo defenderse ante aquella nueva explotación que vive cada día y observa como esto no la aleja de las dificultades de tener vivienda propia, llegar a fin de mes con un sueldo que se le escapa tras pagar los gastos que genera tener como propiedad, o en alquiler, una vivienda. Tener que defender, además, que pueda ser atendida dignamente, ella y sus seres queridos, mediante una sanidad que sea ágil para evitar su empeoramiento., etc. Las mujeres nos fortalecemos con el trabajo, también con el que realizamos a cambio de un salario. Necesitamos salir de esa forma de vida y estando sometidas a ella, nos vemos obligadas a continuar en la esclavitud del hogar. Compartimos las tareas con el hombre trabajador, obrero, pero ello no impide que seamos aun las oprimidas por el sexo contrario. Sin embargo, ya podemos defendernos ante él. Tenemos el poder de ingresar nuestro salario y, con ello, el poder de decidir en qué invertirlo, cómo emplearlo, no necesitamos de su dinero para todo. Y aunque la necesidad obliga ante el hombre, ya podemos estar en un plano de igualdad. En casa, porque le quitamos el poder económico y, fuera del hogar, porque como él, somos explotadas por el capital.

Pertenecemos a la misma clase: la mayoría de la población se ve obligada a vender su fuerza de trabajo produciendo para el consumo del resto de la sociedad. Bien produciendo directamente material de consumo o bien de forma indirecta, a través de la transacción de la mercancía dinero. Somos mujeres y hombres de la clase que produce facilitando el aumento de riqueza en unas pocas manos.  La clase que puede acabar con la clase burguesa. Sin nosotros, sin los esclavos asalariados, la burguesía, la clase burguesa no puede sobrevivir.

Parece que la industria sí permite avances en la igualdad entre hombres y mujeres. Y aunque aquí mencione solo a las trabajadoras y obreras, las burguesas también obtienen esa igualdad. Pero observemos que son las obreras las que empujan y hacen posible que las burguesas, por supuesto, también con sus propias protestas, obtengan esos niveles de igualdad.

La participación de la mujer en la industria la libera en gran medida de las cadenas del hogar (no totalmente puesto que la familia en el capitalismo es sostén fundamental, aunque cada vez menos). En su contra, la moral burguesa, la ideología predominante en la sociedad impuesta por los intereses de propiedad y acumulación de los capitalistas, de los burgueses que gobiernan y que tienen en sus manos el poder del Estado. Es el freno que ralentiza y sacrifica la igualdad de la mujer con el hombre, la emancipación de la mujer, la liberación de la mujer de sus cadenas, pero también la del hombre.

La mujer a criar mano de obra y nuevos herederos, mantener la competitividad con el hombre para facilitar manipulación salarial, velar por la subsistencia de la familia. Las mujeres ya no producen tejidos, alimentos, etc. en casa. Las industrias de alimentación y talleres suplantan ese trabajo. La supeditación de la mujer al hombre permite que él, como macho de la especie, se fortalezca con mayor virulencia al priorizar el criterio de propiedad sobre el de igualdad. Propiedad de lo que traía a casa: dinero o salario con los que la mujer podía comprar aquellos enseres y necesidades. El proveía y ella transformaba y asumía lo que la religión le planteaba: él pone la semilla y tú, mujer, te conviertes en madre. Lo natural: parir, alimentar y cuidar de la familia. Pero al salir la mujer del círculo del hogar, al comprobar el hombre como la mujer fuera del hogar ejerce su función social, las ideas burguesas fortalecidas por la religión ya no son tan claras y evidentes. Observemos también que la mayoría de la mitad de esa población mundial que son las mujeres, la mayoría son trabajadoras y obreras.

La mujer y el hombre toman conciencia de una nueva realidad, la real y no la promovida por la burguesía y la religión.  De nuevo, se da un espaldarazo al patriarcado. Y como la dialéctica del desarrollo nos enseña, observamos que ello lleva a aumentar la violencia social por parte de la burguesía. Surge una contradicción. La burguesía ejerce más opresión hacia los que se revelan. Ofreciendo migajas y obsequios como la facilidad de obtener alcohol, convertirlos en adictos al juego, facilitarles encontrar vías de escape como la prostitución y el vicio, … y, con ello, convertirlo en el títere que cree que sus problemas son por causa de la que vive con él,  la que le reprende por su actitud, la que quiere otra vida…  Sin empleo, con un empleo de mierda, con un salario pobre, él necesita sentir y se obliga a creer que la mujer es un anexo para proveerle de satisfacción. Eso le dice su anticuada conciencia, la moral adquirida de años de sometimiento al capital.

Echemos un vistazo a nuestro alrededor y observaremos como esto se ha convertido en el día a día de muchos de los hombres de nuestros barrios, de la forma de vivir de los desesperados por salir de la esclavitud aun sin conciencia de que lo son. Observemos como los jóvenes de nuestros barrios tratan de pasar el tiempo y sentirse contentos. No ya felices sino “bien”. Qué los ofrece la sociedad, qué ayudas para que se sientan motivados a aprender, a dejar de ser individualista, de comprometerse con los demás. No saben y no se les enseña. El capital los quiere sometidos no quien le elimine de la faz de la tierra.

Es pues necesario desarrollar la lucha contra la esclavitud asalariada, contra la ideología burguesa. Hay que ayudar a la emancipación de la mujer permitiendo que cada vez más participe de la producción social, luche por sus derechos como individuo social y como mujer no sea el objeto de diversión o no, de los intereses individuales de los hombres sometidos al capital.

Estamos obligados a luchar en nuestros barrios contra las casas que venden droga, la acumulación de bares y casas de juego, por más espacios de ocio para el deporte, abiertos, no solo como exposición, sino con amplitud de participación. Ayudar que chicos y chicas que ya conviven, lo continúen haciendo con el criterio de la responsabilidad, la dignidad, la solidaridad y el respeto. La camaradería o compañerismo que les ayuda a salir de los problemas que la adolescencia y el ansia de encontrar nuevas formas y nuevas expectativas les crea.

Los jóvenes, los hijos e hijas de nuestros barrios obreros y trabajadores son el futuro de la sociedad. Son nuevo relevo para que la sociedad se desarrolle. No deben ser el relevo de un nuevo ejército para guerras. Sino para construir y ayudar a que la humanidad sea y viva mejor.

Los comunistas aciertan en el Manifiesto Comunista. Con ellos defendamos la lucha de la clase obrera, su organización en el Partido Comunista y su papel dirigente por la trasformación social hacia el socialismo y el comunismo.

Marisol Fernández

https://www.unionproletaria.com/como-podemos-ayudar-a-las-mujeres-de-nuestra-clase/
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