¿Quién es Bukele? El Salvador: Un Ejemplo Contemporáneo de Violaciones de Derechos Humanos»
En una retrospectiva que traza su origen hasta los experimentos de Stanley Milgram, la sombría figura de la ‘obediencia ciega’ resurge en el escenario político latinoamericano, redefiniendo nuestra comprensión de la complicidad y responsabilidad en actos inmorales. Este análisis se sumerge en el fenómeno de la cosificación en el contexto de las reiteradas violaciones de derechos humanos de Nayib Bukele en El Salvador.
POR VICTORIA MARTÍNEZ, DESDE MÉXICO, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Hace más de sesenta años, el psicólogo Stanley Milgram ![[Img #75921]](https://canarias-semanal.org/upload/images/07_2023/8079_victoria-martinez-mexico.jpg)
llevó a cabo un experimento que sacudió los cimientos de nuestra comprensión de la naturaleza humana. Demostró que incluso los individuos más independientes y autónomos son capaces de obedecer órdenes de una autoridad que va en contra de sus propias creencias y valores.
![[Img #75908]](https://canarias-semanal.org/upload/images/07_2023/2142_buket.jpg)
Este fenómeno, llamado ‘obediencia ciega’, plantea una pregunta incómoda: ¿en qué medida somos cómplices de actos inmorales si simplemente seguimos órdenes?
Una teoría que aborda esto es la teoría de la cosificación. Esta sugiere que un individuo se ve a sí mismo como un mero instrumento que cumple los deseos de otra persona, eliminando la sensación de responsabilidad personal. De este modo, se puede violar el código moral propio sin sentir culpabilidad.
Ambos conceptos, la obediencia ciega y la cosificación, pueden aplicarse a la triste historia de violaciones de los derechos humanos en América Latina. Durante décadas, tanto en regímenes dictatoriales del pasado como en situaciones actuales, se han perpetrado actos atroces bajo la falsa bandera de la seguridad y el orden. De Chile a Argentina, de Guatemala a Brasil, y ahora en El Salvador, la historia se repite.
El Salvador es un ejemplo contemporáneo especialmente inquietante. Bajo el gobierno del presidente Nayib Bukele, se ha practicado una política de encarcelamiento masivo de sospechosos con el pretexto de combatir la inseguridad. Esta política ha resultado en condiciones inhumanas para los prisioneros y violaciones flagrantes de los derechos humanos.
A pesar de estas transgresiones, algunos ciudadanos, agotados por la constante violencia y el crimen, abogan por líderes autoritarios y políticas extremas como las de Bukele para enfrentar los problemas de seguridad. Este fenómeno es un reflejo de la frustración y el miedo que se han apoderado de la región debido a la rampante inseguridad.
La generalización de la inseguridad en América Latina, combinada con la insatisfacción ciudadana y las desigualdades económicas, ha minado la confianza en la democracia y las instituciones, abriendo espacio para figuras populistas y autoritarias. Estos líderes ofrecen soluciones sencillas pero extremas, que rara vez consideran las consecuencias a largo plazo.
La estrategia de Bukele de encerrar a sospechosos puede aliviar a corto plazo la sensación de inseguridad, pero no aborda las raíces profundas del problema. Este modelo se limita a tratar los síntomas y no la enfermedad. La aplicación arbitraria de la ley y la violación de los derechos humanos solo sirven para perpetuar un ciclo de miedo e inseguridad.
Las consecuencias son claras: la insatisfacción ciudadana, el miedo a la inseguridad y las carencias económicas están alimentando una desconfianza creciente en la democracia y las instituciones. Este clima ha creado un terreno fértil para políticos populistas que ofrecen soluciones fáciles pero nefastas, que no hacen más que perpetuar un régimen de terror.
En última instancia, el desafío es buscar soluciones que vayan más allá de la obediencia ciega y la cosificación. Se requiere un enfoque comprensivo que aborde tanto la seguridad como los derechos humanos y la justicia social. Solo así podremos romper el ciclo y construir sociedades seguras y justas en América Latina.
