Notas sobre Bertolt Brecht (I)

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ENSAYO

Notas sobre Bertolt Brecht

By Revista Oropel – Abr 21,2021 

La aparición de los trabajos inéditos de Bertolt Brecht sobre la literatura y el arte es sin duda uno de los acontecimientos más importantes en la crítica marxista desde la publicación de los cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci. En el centro de su reflexión se encuentra la tentativa de fundar en la práctica una teoría marxista de la producción literaria que sea capaz de inscribir los resultados de ese trabajo específico en el espacio de la lucha de clases. Escritos a lo largo de treinta años, estos ensayos deben ser leídos como una síntesis teórica de la práctica brechtiana. (“Hemos sacado ideas de la práctica, en realidad las hemos sometido a la práctica”). Único criterio de verdad, para Brecht la práctica debe ser el fundamento último de cualquier trabajo cultural: una crítica materialista se funda, justamente, en el “control” que, en un campo a primera vista tan “espiritual”, deba ejercer la experiencia concreta para evitar el riesgo de una especulación idealista. “Todo lo que se diga sobre la cultura sin tener en cuenta la práctica no es más que una idea y tiene por lo tanto que ser comprobada primero en la práctica”, al mismo tiempo estos ensayos vienen a afirmar el carácter productivo de la teoría y su lugar privilegiado en el sistema brechtiano: Brecht no concibe el trabajo artístico sin el“control” de una crítica científica que funcione como momento interno de la producción y borre toda tentación empirista. De esta manera su actividad teórica es, de hecho, una respuesta concreta al mito reaccionario del “artista” intuitivo y “salvaje”, “creador inspirado” que cultiva la ignorancia para mejor respaldar al carácter “mágico” de su obra. (“Por lo general el artista tiene miedo de perder su originalidad en el contacto con la ciencia. Tiene el temor de que no podrá seguir componiendo si sabe demasiado”). Desmontar esa creencia romántica en el misterio de “la creación artística” es para Brecht la primera tarea que debe realizar una crítica materialista.

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De entrada Brecht descentra la discusión tradicional sobre literatura redefiniendo su lugar en el campo intelectual. “Permita que le diga que la lucha entre su generación y la mía (le escribe a Thomas Mann) no será una cuestión de criterios sino una lucha por los medios de producción. Un ejemplo: en la polémica tendremos que luchar por Conseguir el puesto que ustedes ocupan, no en la historia espiritual alemana, sino en un periódico de 200.000 lectores. Otro ejemplo: en teatro no tendremos que luchar contra las opiniones de Ibsen y los moldes de yeso de Hebbel sino contra aquella gente que no quiere traspasarnos los teatros, los actores”. Escrito en 1926, en este texto están condensadas las tareas de la crítica brechtiana: análisis del fundamento material de las ideologías literarias, lucha por la posesión de los medios de producción que sostienen eimponen las ideas (estéticas) dominantes. Trabajando en la misma línea del Gramsci que piensa “Ia organización material de la cultura”, Brecht ve en la literatura un campo donde la lucha de clases no es una simple lucha de “ideas” sino una lucha material por el control de los aparatos ideológicos que regulan la producción cultural. “Los grandes aparatos culturales dirigen el trabajo intelectual y determinan su valor”. 

En una sociedad dividida en clases existen varias “estéticas” posibles, distintos intereses culturales: las clases dominantes imponen sus “criterios”, no por su cualidad universal, sino porque tienen los medios materiales que permiten difundir sus códigos de clase como verdades universales. “La clase que dispone de los medios de producción materiales -había escrito Marx- dispone al mismo tiempo de los medios de producción espirituales”. En el mismo sentido, para Brecht los valores y gustos dominantes no son otra cosa que la expresión ideal (en este caso: estética, de las relaciones sociales dominantes. O mejor: son las relaciones materiales dominantes transformadas en “ideas” (estéticas). Visto así no es casual que Brecht afirme que la burguesía posee también “el modo de producción de la gloria”. 

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Para Brecht la cultura constituye dentro de una sociedad de clases un privilegio y un instrumento de dominación: a través de los aparatos ideológicos la cultura se transforma en un sistema material que reproduce -y afirma- en un nivel específico las condiciones sociales de producción. O para decirlo con sus palabras: “A través de los aparatos la sociedad absorbe todo lo que necesita para autoreproducirse”. De este modo la literatura cumple una función orgánica en el campo ideológico: difunde y “estetiza” los modos de vida, las costumbres, los usos sociales, las creencias que ayudan a sostener -en un nivel particular- la hegemonía de las clases dominantes.

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Sin embargo es precisamente en esta función orgánica de la literatura donde Brecht (con el manejo diáfano de la dialéctica que caracteriza su pensamiento) encuentra el costado, digamos así, “positivo” de la situación. Para él este proceso “viene a echar luz sobre la manera como hoy las cosas espirituales se convierten en materiales”. El modo de producción capitalista transforma todas las relaciones “espirituales” (también las estéticas y entre ellas las del escritor burgués con su clase) en lazos económicos. La función social del arte está definida no por las ilusiones ideológicas de los artistas, sino por la producción de mercancías. A partir de ahí Brecht hace ver la contradicción antagónica entre las ideologías estéticas (creador original, artista “libre”, el genio “inspirado” y el gran hombre como realización del humanismo burgués, etc) y los intereses económicos que deciden la producción y la circulación del arte en el sistema capitalista. Este proceso de mercantilización estética aparece como una crítica práctica a “la idea de un fenómeno inviolable llamado arte, que se alimenta de lo humano”.

Lo que Brecht señala es que los aparatos culturales no están al servicio del arte, ni siquiera al servicio exclusivo de cierta ideología artística: su función es orgánica porque son los encargados de subordinar el arte y la ideología a las necesidades objetivas de la reproducción capitalista. El momento “positivo” de la situación está en que, de hecho, se borra el aura romántica, espiritualizada que rodea y encubre el trabajo artístico. La ilusión de un artista libre y desinteresado que elabora “espontáneamente” sus obras para un público de iguales está sometida a la prueba de realidad de los aparatos culturales. “La cultura burguesa (escribe memorablemente Brecht) no es lo que ella piensa de la práctica burguesa”.

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De este modo Brecht subraya el carácter sintomático de la cultura burguesa que no es (no puede ser) consciente de su propia articulación material. O dicho de otro modo: para Brecht los aparatos culturales (“en la época del gran capital con costumbres idealistas”) solo pueden producir síntomas. Un ejemplo de esto es la crítica brechtiana al papel de la crítica (“culinaria”). Reguladores del mercado específico de las disciplinas artísticas, los críticos burgueses son simples administradores del arte: en última instancia su función es la de aumentar o disminuir las ventas y mantener en funcionamiento la competencia. En el fondo los críticos trabajan todos con una ficción teórica: la de un sistema de valores independiente del dinero. Para Brecht el más “refinado” crítico de arte en el capitalismo es el dinero y el “gusto” estético no es otra cosa que una sublimación de la capacidad adquisitiva. (“Sin conocimientos técnicos el dulcemente insípido Hijo perdido de Bosch que produjo 385.000 francos no vale ni 3,50 francos. ¿Pero quién puede procurarse esa erudición técnica? Sencillamente es demasiado cara”. La crítica es una mercancía inmaterial, destinada a un mercado específico de mercancías inmateriales que circulan por los canales concretos de los aparatos culturales. En este proceso su función ideológica está controlada por las necesidades de la producción capitalista: distrae al público de las condiciones materiales de la práctica artística para mejor imponer la ilusión de un arte “libre” y por encima de las clases. En este nivel el “gusto” estético es un modo de sublimar las relaciones materiales, o mejor: un cliché ideológico destinado a resolver imaginariamente la contradicción antagónica entre el arte y el capitalismo. “No reconocen el gusto como mercancía o medio de combate de una clase determinada, sino que lo erigen como absoluto”.

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