¡Salvemos la nación!

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  Francis Santana

Aunque posterior a la caída de la dictadura de horca y cuchillo de Trujillo y al neotrujillismo balaguerista, la sociedad dominicana ha experimentado ciertos avances en materia de libertades públicas,  determinado respeto a los derechos humanos y un sostenido crecimiento económico; la democracia burguesa que hemos vivido  desde entonces no pasa de ser una grotesca caricatura.

Un congreso repleto de riferos, lavadores de activos, entreguistas, de legisladores que alcanzaron esa posición apoyados por el narcotráfico o en base a la compra de voluntades y votos, de gente que ellos mismos les han tronchado sus esperanzas.

Unos expresidentes y exministros, actuales y pasados altos funcionarios que hacen ostentación de fabulosas fortunas sustraídas de las arcas del Estado, sin consecuencia alguna.

Una justicia cómplice y beneficiaria de los más escandalosos actos de corrupción, salvo escasísimas excepciones.

Un país sembrado de puntos de drogas, conocidos por las instituciones del orden y que contribuyen a que generales y otros oficiales de alto rango, dirigentes políticos y determinados empresarios, acumulen riquezas multimillonarias. Con villas, fincas, mansiones y yates de lujo   fruto de su complicidad con el bajo mundo.

Un ministerio de Educación empantanado en una sistema  que produce bachilleres culturalmente mediocres cuyo nivel académico no supera el sexto grado de primaria; ministerio que vive desechando útiles escolares podridos de sus almacenes, porque lo importante no es que sean entregados al estudiantado, sino hacer jugosos negocios con los recursos del 4% del producto interno bruto destinado a la educación.

Montañas, ríos y playas depredadas por la megaminería, las granceras y por altos funcionarios con la complicidad de todos los gobiernos y sus ministros de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

La vida de nuestras mujeres en un precipicio cotidiano ante la mirada complaciente de un poder político que pisotea todos los derechos de estas y profundiza el presente sistema patriarcal y machista.

Una población que mayoritariamente ha manifestado su intención de marcharse del país por cualquier vía, por la falta de oportunidades, de seguridad social y ciudadana.

Unos medios de comunicación masivos vendidos a todos los gobiernos junto a sus bocinas de alquiler (con muy pocas excepciones) para reproducir unos contenidos alienantes de origen ideológico y político opresor y neocolonial.

Unos barrios y campos envilecidos en la chercha, la taberna de miles de bancas distintas de loterías legales e ilegales, las galleras, el teteo, la juka, el alcoholismo, la prostitución e invadidos por todo tipo de sectas religiosas para arrodillar al pueblo frente a sus verdugos, “mientras llega la venida del señor».

Una juventud a la que se le niega el derecho al trabajo, a hacerse profesional y a la sana diversión, llevada a empujones hacia todos los vicios y desenfrenos morales para imposibilitarla de conocer y de seguir  el ejemplo  histórico y heroico de nuestro pueblo.

Unos partidos políticos conservadores a cuyos principales dirigentes (principalmente) no les cabe más perversidad, ni más abyección al poder extranjero.

Y para completar el cuadro de la conducta ignominiosa de esos partidos, todos los presidentes que estos han llevado al poder en las últimas décadas han sido financiados por connotados narcotraficantes.

Y mientras los gobiernos de distintos colores que hemos tenido posterior a la guerra patria de1965  se ufanan del progreso y la mejoría de vida que viene teniendo nuestro pueblo, (según ellos) la mayoría de nuestra gente trabajadora en campos, cuidades y en la diáspora dominicana malvive en medio de mil precariedades de toda índole.

Esa es la democracia que padecemos; democracia de cartón mojado  en la que en verdad  el pueblo no decide nada y mucho menos ha podido disfrutar del tan publicitado progreso económico, que solo se ha quedado en manos de un puñado de oligarcas y de empresas extranjeras.

Esta falsa democracia es inaceptable.

Tenemos que atrevernos a unir a lo mejor de nuestra sociedad; a esa parte mayoritaria que aún está dispersa, pero que no ha sido corrompida, ni comprada, ni doblegada su voluntad de luchar por un mejor país y por una sociedad auténticamente democrática, culta, próspera y feliz.

Sería una imperdonable inconsecuencia permitir que nuestras futuras generaciones reciban una sociedad envilecida, corrompida y postrada como la actual.

Eso sería muy indigno por parte de quienes nos proclamamos revolucionarios y patriotas.

Todavía estamos a tiempo.

 Es urgente que nos unamos.

¡Salvemos la nación!

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