LOS «MICROCHIPS» Y LA ENCONADA COMPETENCIA INTERIMPERIALISTA

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«La lucha por la supremacía en la industria de los microchips afecta solo a EE.UU. y China»

El conflicto entre Estados Unidos y China se ha intensificado en los últimos años, y los microchips están siendo un elemento clave en esa la rivalidad. Los circuitos integrados son fundamentales para una gran cantidad de productos, desde teléfonos móviles hasta aviones de guerra y sistemas de vigilancia (…).

    El conflicto entre Estados Unidos y China se ha intensificado en los últimos años, y los microchips están siendo un elemento clave en esa la rivalidad. Los circuitos integrados son fundamentales para una gran cantidad de productos, desde teléfonos móviles hasta aviones de guerra y sistemas de vigilancia. Estados Unidos ha dominado la fabricación de microchips, y el gobierno de Biden está decidido a evitar que China desarrolle su propia industria en este ámbito para mantener su hegemonía.

   En la década de 1950, un grupo de ingenieros diseñó los primeros circuitos integrados en placas de silicio para reemplazar las válvulas termoiónicas y automatizar procesos como el seguimiento de ventas o la recopilación de datos. El Pentágono y la NASA compraron más del 72% de los chips en 1965, lo que impulsó el auge de empresas tecnológicas en Silicon Valley. A partir de entonces, la política imperialista, la industria capitalista y las fuerzas armadas han permanecido hasta hoy estrechamente vinculadas.

   A medida que la globalización y la innovación tecnológica avanzaban, Estados Unidos  estaban convencidos de que sus grandes empresas podrían mantener su superioridad en el mercado mundial. Sin embargo, China se convirtió en un rival  en ascenso, provocando que los Estados Unidos perdiera su liderazgo en la producción de chips.

   Pese a ser la segunda economía más grande del mundo, China todavía continúa dependiendo de Estados Unidos y sus aliados para la obtención chips informáticos. Para superar esta dependencia, China ha construido un ecosistema de alta tecnología y ha lanzado una serie de proyectos. Uno de ellos es «China 2025», que subvenciona a los productores de chips con el objetivo de reducir la cuota de chips importados desde fuera del país.

    El gobierno de Biden ha pasado de una estrategia de compromiso a otra de contención en alta tecnología, combinando aranceles y vetos a empresas chinas con una nueva política industrial para restablecer la producción nacional de alta tecnología e invertir en investigación y desarrollo de circuitos integrados. Para revertir la pérdida de fábricas nacionales, el gobierno estadounidense ha firmado un acuerdo con TSMC para construir una planta en Arizona. Y la empresa Samsung también tiene previsto construir 11 nuevas fábricas en Texas.

    En esta línea, la Ley de microchips y ciencia destinará lla friolera de 280.000 millones de dólares a financiar más fábricas y nuevas actividades de investigación y diseño de chips especializados, inteligencia artificial y robótica.

   Sin embargo, mientras TSMC y Samsung construyen plantas en Estados Unidos, también están construyendo fábricas en China. Ambos Estados protegen sus industrias y alimentan la confrontación entre las dos grandes potenciasBiden amplía el número de empresas chinas incluidas en la lista negra a fin de acorralarlas e impedir que compartan tecnología.
 
     La lucha por la supremacía en la producción de microchips se ha convertido en uno de los principales campos de batalla de la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China. La importancia de estos pequeños componentes es tal que el control sobre su producción y distribución se considera una cuestión de seguridad nacional.

     En este contexto, la pandemia de COVID-19 ha sacado aún más de sus casillas al complejo de tensiones entre Estados Unidos y China en la industria de los microchips. La escasez global de semiconductores  afecta duramente a la industria automotriz, y las empresas estadounidenses y europeas se han visto obligadas a reducir la producción y paralizar las fábricas debido a la falta de chips.

    Esto ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de la cadena de suministro global de microchips, que está dominada por Asia, especialmente Taiwán. Como resultado, la administración de Biden ha declarado la producción de microchips como una cuestión de seguridad nacional, proponiendo todo un paquete de estímulos para impulsar la producción nacional de semiconductores.

    La estrategia de Biden no solo busca reducir la dependencia de Estados Unidos de los chips extranjeros, sino también impedir que China desarrolle su propia industria de semiconductores y se convierta en líder mundial en esta tecnología.

    La lucha por la supremacía en la industria de los microchips no solo afecta a Estados Unidos y China, sino también a otros países que dependen de la producción de semiconductores, como Corea del Sur y Taiwán. Estos países se han convertido en centros neurálgicos de la producción de chips, y sus empresas, como Samsung y TSMC, se han convertido en las principales proveedoras de semiconductores del mundo.

CONCLUSIÓN

     La rivalidad entre Estados Unidos y China por la supremacía en la producción de microchips es un reflejo de la creciente competencia entre las dos superpotencias en todos los ámbitos. La importancia de los microchips en la economía global y su papel crucial en la seguridad nacional hacen que esta lucha sea cada vez más intensa y que tenga implicaciones importantes para el futuro de la tecnología y la economía mundial.

https://canarias-semanal.org/art/34212/los-microchips-y-la-enconada-competencia-interimperialista

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