LOS ULTRACONSERVADORES ESTADOUNIDENSES TAMBIÉN SE SUMAN A LAS FILAS DEL «MUNDO MULTIPOLAR»

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¿CÓMO PODER INTERPRETAR LO QUE ESTÁ OCURRIENDO?

Según ha escrito estos días George O’Neill, un teórico del ultraconservadurismo republicano de los EEUU, «Vivimos la agonía de la hegemonía de la unipolaridad de Estados Unidos sobre grandes partes del mundo», para luego agregar: «Estamos entrando en un periodo en el que las poblaciones de muchos países pueden decidir que no les conviene someterse a la hegemonía estadounidense…» ¿Qué es lo que podrá estar ocurriendo en nuestros días, – se pregunta en este artículo nuestro colaborador Manuel Medina -, para que algún sector de la izquierda y la derecha parezcan estar coincidiendo en interpretar como una alternativa al llamado «mundo multipolar»?

Por MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

    Las corrientes ultraconservadoras norteamericanas opinan que sus compatriotas deberían dejar de creer en los mensajes de la propaganda dominante, y reconsiderar las ideas que hasta ahora han estado manteniendo acerca del liderazgo mundial de Washington.


   Eso es lo que también opina George O’Neill Jr., miembro de la junta directiva del think tank conservador Instituto Estadounidense de Ideas, que escribe, en su artículo» «Muerte de un Mito» publicado en el periódico «The American Conservative»:


     «Vivimos la agonía de la hegemonía de la unipolaridad de Estados Unidos sobre grandes partes del mundo. Hasta que los ciudadanos no empiecen a apercibirse del alcance del engaño político de su Gobierno, será cada vez más difícil comprender la cambiante posición global de Washington y adaptarse a las consecuencias de la creciente percepción negativa de nuestro país por parte de muchas personas en todo el mundo».

     Desde la II Guerra Mundial y el posterior colapso de la Unión Soviética – opina O’Neill -, EEUU se terminó convirtiendo en una suerte de «agresor» mundial, instigador de guerras que han ocasionado la muerte a más de 10 millones de personas. Según O’Neill, eso ha hecho que cada vez más países busquen formas para protegerse en contra de sus devastadores ataques.


      «Estamos entrando en un periodo en el que las poblaciones de muchos países pueden decidir que no les conviene someterse a la hegemonía estadounidense. Un número creciente de Estados se están agrupando y formando alianzas alternativas al margen de la influencia estadounidense… Las secuelas del trágico e innecesario conflicto ucraniano han acelerado este movimiento de búsqueda de otras asociaciones de cooperación»– apunta O’Neill en su artículo.

       Este teórico del ultraconservadurismo norteamericano asegura también en su artículo que el sabotaje contra el Nord Stream ha supuesto un nuevo golpe para la reputación de la Casa Blanca. Por otra parte, las sanciones que se han impuesto a Rusia tampoco han logrado sus objetivos. Y, finalmente, la OTAN se está quedando sin armas para Ucrania, que está siendo desangrada a instancias de Washington.


   En opinión de O’Neill

   «Los estadounidenses deberían hacer caso omiso a la propaganda patrocinada por el gobierno, despertar y mirar lo que han hecho sus líderes y hacer lo que puedan para dejar de apoyar esta guerra brutal antes de que nos enfrentemos con una Gran Guerra«.

   Las manifestaciones de O’Neill no constituyen una declaración aislada en los ámbitos del ultraderechismo estadounidense. Sin ir más lejos, el pasado 4 de marzo, el ex presidente Donald Trump pronunció un discurso en la «Conferencia Política de Acción Conservadora» celebrada en el Estado de Maryland, en el que aseguró ante un auditorio republicano, que él estaría en condiciones de «resolver la guerra de Ucrania en tan sólo 24 horas». Agregó que su partido jamás volvería «embarcarse en guerras extranjeras que no solo son guerras eternas, sino también estúpidas».

¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ OCURRIENDO?


     En el curso de los tres últimos decenios, con el colapso de la Unión Soviética a manos de los burócratas que la dirigían, los Estados Unidos contaron con la posibilidad de no tener que enfrentarse contra ningún tipo de competidor que pudiera hacerle frente a sus atropellos, sanciones, y en el peor de los casos, incluso, invasiones. Por 30 años, Washington procedió a hacer y deshacer a su antojo en el tablero de la política mundial. Salvo los casos de Cuba, Nicaragua, Venezuela e Irán, la mayor parte de los países se plegaron de forma humillante a las directrices dictadas por la Casa Blanca.

    Pero agotada ya la vía de la llamada «globalización», término con el que en los últimos años se ha pretendido encubrir el característico fenómeno del expansionismo imperialista, propio de los países capitalistas que llegan a alcanzar un determinado nivel de desarrollo económico, el ultraconservadurismo norteamericano y de otros países europeos también comienzan a plantear ahora la necesidad de un «mundo multipolar», en el que las grandes potencias emergentes puedan repartirse sus áreas de influencia económica con los Estados Unidos.

    El hecho de que este reconocimiento se produzca justamente ahora, no es otra cosa que la constatación de que los Estados Unidos ha perdido capacidad y fuerza no solo para continuar siendo el gendarme internacional que no solo cuidaba de su propio sistema imperial, sino que también se arrogó el papel de convertirse en el indiscutido custodio del sistema capitalista mundial. Dos nuevas potencias capitalistas, con capacidad militar y económica, han emergido con fuerza en el nuevo y litigioso escenario geopolítico mundial, China y Rusia. La multipolaridad ha terminado convirtiendose, pues, en un hecho fáctico, no en una propuesta más o menos discutible. 

    La derrota experimentada por los Estados Unidos en sus relaciones económicas internacionales, así como la desindustrialización que se ha producido en ese país, está empujando a sectores de su burguesía no comprometida con el tradicional globalismo del Partido Demócrata, a replantearse su programa sobre la política exterior estadounidense. Curiosamente, ha sido el Partido Republicano, un feroz promotor de guerras e intervenciones exteriores, de un enconado anticomunismo y protagonista de frecuentes  golpes de Estado en América Latina Oriente Medio, el que primero parece haber asumido la necesidad de proceder a un «golpe de timón» en sus relaciones exteriores. Para evaluar el grado de verosimilitud que esas estimaciones pudieran tener, bastará con tener en cuenta la trayectoria histórica recorrida por ese partido hasta nuestros días.


  Paradójicamente, este planteamiento está siendo igualmente compartido por determinados sectores de la izquierda internacional, que interpretan como una «oportunidad» el hecho de que las distintas burguesías nacionales del planeta puedan escoger entre diferentes patrocinadores o influencers, creyendo – no se sabe por qué razón – que a partir de ese momento las relaciones internacionales podrían entrar en una nueva fase de «Arcadia feliz», en la que las áreas de cada «polo» de influencia serían respetadas por sus contrarios.  Este ilusorio proyecto, que ha sido formulado por algunos académicos, y seguido por determinados sectores de la izquierda española, como si se tratara de «una alternativa al mundo actual», suscita algunas reflexiones sobre las que convendría reflexionar, aunque  fuera muy brevemente.

    En primer lugar, esa «multipolaridad» no es en absoluto históricamente novedosa. Ya desde el siglo XIX nuestro planeta estuvo dividido en múltiples polos de influencia y poder imperialista, protagonizado cada uno de ellos por las grandes superpotencias de entonces: Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia y, a partir del final de la Primera Guerra Mundial, también los Estados Unidos.

     El desenlace de ese mundo multipolar desembocó en las dos guerras planetarias más devastadoras que ha conocido la  humanidad. Solo a partir del final de la II Guerra Mundial, y como lógico desenlace de los resultados de esta conflagración, fue cuando el mundo se convirtió en «bipolar». Cada una de las partes que componían ese puzle, – la Unión Soviética y los Estados Unidos -, estaban regidas por sistemas sociales y económicos diametralmente opuestos.  Los datos que nos ofrece la experiencia histórica ponen de manifiesto que un «mundo multipolar» capitalista no podrá ser por sí mismo ninguna garantía de paz universal ni, mucho menos, de justicia social.  Solo un cambio radical en el sistema de relaciones económicas entre los países podría constituir una garantía de paz a medio y largo plazo.

   Y en segundo lugar. Puede comprenderse que, efectivamente, las diferentes burguesías nacionales del planeta, especialmente de aquellas pertenecientes al llamado Sur Global, se encuentren más cómodas a la hora de poder escoger entre un variado número de ofertantes o demandantes en sus relaciones económicas y comerciales internacionales. Pero, ¿cambiaría por ello la condición subalterna y explotada de sus respectivos pueblos? Nada parece indicar que vaya a ser así.

https://canarias-semanal.org/art/34049/los-ultraconservadores-estadounidenses-tambien-se-suman-a-las-filas-del-mundo-multipolar

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