EL ANTIIMPERIALISMO RADICAL DE JUAN PABLO DUARTE

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POR JUAN DE LA CRUZ

El-general-Juan-Pablo-Duarte-Comandante-de-la-Plaza-de-Armas-de-Santo-Domingo.
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La perspectiva antiimperialista de Juan Pablo Duarte comienza en sus años de mocedad (al darse cuenta que nuestro país estaba bajo el yugo de la clase dominante haitiana), se profundiza cuando viaja a Estados Unidos y Europa entre los años 1828 y 1831 con destino a Barcelona (España) para estudiar la carrera de Derecho, pero adquiere su máxima expresión con la formación de la Sociedad Secreta La Trinitaria, el 16 de Julio de 1838, luego de haber desarrollado una intensa labor propagandística junto al periodista José María Serra por espacio de casi seis años consecutivos (1833, 1834, 1835, 1836, 1837 y los primeros meses

de 1838). Esta entidad fue creada con el propósito primordial de enfrentar a la clase dominante haitiana y lograr la independencia absoluta de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo, que habría de denominar la República Dominicana.
Desde 1838 hasta 1843, fecha en que se vio obligado a exilarse en Curazao y Venezuela, en virtud de la persecución tenaz de que fue objeto por parte del General de División y Presidente Interino haitiano Charles Riviére-Hérard, Duarte trabajó tesoneramente para hacer realidad el Juramento Trinitario, que reza:

“En el nombre de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una República libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera que se denominará República Dominicana; la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules, atravesado por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja: y de no, me lo tome en cuenta, y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”.

Para difundir sus ideales revolucionarios y antiimperialistas, el Patricio desarrolló una prolífica labor pedagógica entre la juventud inquieta de la época para dotarle de una amplia cultura universal, latinoamericana y nacional a través de la enseñanza de la filosofía, la política, el derecho, los idiomas, la geografía universal y otras ciencias no menos importantes; la realización de actividades culturales abiertas con las poblaciones de Santo Domingo y el interior del país; la presentación al público de obras teatrales de contenido enteramente revolucionario; la práctica de la esgrima como deporte, el que le permitió desarrollar grandes destrezas y cualidades de buen guerrero; su integración al ejército haitiano y la de varios trinitarios para aprender el arte de la guerra en pos de sus propósitos independentistas, logrando algunos, entre ellos Juan Pablo Duarte y Ramón Matías Mella, el grado de oficiales; la coordinación con los reformistas haitianos para derrocar a Boyer del poder en ambas partes de la Isla de Santo Domingo y el establecimiento de Juntas Populares en Santo Domingo, Bayaguana, Los Llanos, Hato Mayor, El Seybo y otros municipios del país, en función de la causa independentista nacional.

La actividad antiimperialista desarrollada por Duarte le acarreó persecución política, acusaciones malvadas y falaces, destierro a perpetuidad e incluso la muerte, acciones propiciadas tanto por los gobernantes haitianos de turno como por los gobernantes criollos entreguistas y traidores de la época post-independentista y post-restauradora, entre los que destacan Tomás Bobadilla, Pedro Santana, Buenaventura Báez y José María Cabral, entre otros.

Encontrándose en el exilio, Duarte continuó su orientación antiimperialista por medio de las cartas que enviaba a sus compañeros de ideal e hizo gestiones en Curazao y Venezuela para conseguir pertrechos militares para la conspiración patriótica, sin lograr su propósito. Ante esa realidad, no le quedaba otra alternativa que dirigir una comunicación a su querida madre Manuela Diez Vda. Duarte y a sus hermanos y hermanas Vicente Celestino, Filomena, Rosa, María Francisca, Sandalia y Manuel, a la ciudad de Santo Domingo, en la que les pedía poner a disposición de la causa patriótica los recursos que habían heredado de su padre Juan José Duarte. En esa carta del 4 de febrero de 1844 (23 días antes de consumarse la Independencia Nacional), Duarte manifestaba lo siguiente:

“El único medio que encuentro para reunirme con ustedes es independizar la Patria; para conseguirlo se necesitan recursos, recursos supremos, y cuyos recursos son, que ustedes de mancomún conmigo y nuestro hermano Vicente ofrendamos en aras de la Patria lo que a costa del amor y el sacrificio de nuestro padre hemos heredado. Independizada la Patria puedo hacerme cargo del almacén, y a más heredero del ilimitado crédito de nuestro padre, y de sus conocimientos en el ramo de la Marina, nuestros negocios mejorarán y no tendremos porqué arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de la Patria”.Duarte, 1999:68

Esta es la muestra más inequívoca del desprendimiento total del Fundador de la Nación Dominicana, en aras de lograr la independencia absoluta de su país. A esa petición de Duarte accedieron su anciana madre, sus hermanos y hermanas, poniendo en riesgo su seguridad en función de una causa y un futuro verdaderamente inciertos, en aquel momento. En efecto, esta determinación sin par en pro de la Patria amada le acarrearía a Duarte y a su familia -acostumbrados a vivir en la mayor abundancia y comodidad material-, la más escalofriante miseria y mendicidad, amén del destierro injusto e inhumano a que fueron sometidos todos y cada uno de ellos a perpetuidad.

El 27 de febrero de 1844, sus compañeros de ideal, junto a los sectores conservadores hateros, comerciantes e intelectuales, que se unieron a la causa separatista a última hora, llevaron a cabo el golpe militar trinitario contra el gobierno haitiano, lo que evidenció la justeza del ideal antiimperialista y separatista de nuestro Juan Pablo Duarte.

Consumada la independencia nacional, la Junta Central Gubernativa ordenó la toma del Puerto de Santo Domingo y de todas las embarcaciones haitianas, y, al mismo tiempo, designó una comisión para que partiera de inmediato a Curazao, abordo de la goleta «Leonor», al mando del almirante Juan Alejandro Acosta, en busca del patricio Juan Pablo Duarte. Esta fue la primera embarcación oficial de la República y la primera unidad naval que enarboló la Bandera Dominicana en ultramar. A su llegada al puerto de Santo Domingo, una multitud le recibió con gran entusiasmo y el Arzobispo de la Arquidiócesis de Santo Domingo, Tomás Portes e Infante, le recibió con la frase lapidaria: “¡Salve Padre de la Patria!”

Al tomar asiento en la Junta Central Gubernativa el 15 de marzo de 1844, Duarte nos da una semblanza de su ideal antiimperialista en proyecto de realización, muestra su agradecimiento a quienes contribuyeron a su cristalización y sentencia a los traidores de la Patria que pretendieran impedir su consumación definitiva. Veamos:

“Un día, viendo gemir a mi patria bajo el yugo de un pueblo invasor, concebí el pensamiento de quebrantar sus hierros y os pedí su cooperación, la prestasteis, y hoy la Patria es libre: benditos sean todos los que han realizado transformación tan gloriosa. Ahora todos debemos propender a hacer que esta libertad sea fecunda en bienes. ¿Haremos feliz a nuestra Patria? Ah! ¡Maldito sea todo aquel que ahora ni nunca ocasione su desgracia!”.Serra, 2003:25

Duarte, por ser una persona enormemente agradecida, prodiga bendiciones para todos aquellos sectores que contribuyeron a hacer una realidad incontrastable su proyecto de redención de la Patria querida, al tiempo que perfila una República Dominicana soberana, libre, democrática, participativa y “fecunda en bienes” para la redistribución justa y equitativa de sus frutos entre todos sus hijos e hijas. No obstante, como era consciente de que en las propias filas del proyecto revolucionario se habían integrado fariseos y traidores, quienes se vincularon de forma oportunista y en función de la defensa de sus intereses particulares, el Patricio cuestiona a los presentes sobre la cuota que estaban dispuestos a aportar para hacer feliz a la Nación Dominicana y a sus integrantes. En tal virtud, un hombre amoroso y bien educado como era, se atreve a llamarles malditos a todos aquellos que en lo adelante se atrevieran a causarle desgracias y pesares a su Patria querida.

Fueron justamente los sectores que se unieron tácticamente con los trinitarios, encabezados por Tomás Bobadilla, Pedro Santana y Buenaventura Báez, quienes al tener el poder económico y militar en sus manos, se alzaron con el poder político y lograron mantener en el ostracismo a los verdaderos forjadores de la nacionalidad dominicana.
Al describir el carácter entreguista de la clase dominante dominicana, representada por esos personajes siniestros y funestos, el Patricio nos hace un cuadro exacto de ella, cuando expresa en forma descarnada lo siguiente:

“En Santo Domingo no hay más que un Pueblo que desea ser y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra ese querer del pueblo dominicano, logrando siempre por medio de sus intrigas y sórdidos manejos adueñarse de la situación y hacer aparecer al pueblo dominicano de un modo distinto de como es en realidad; esa fracción o mejor diremos esa facción ha sido, es y será siempre todo menos dominicana; así se la ve en nuestra historia representante de todo partido antinacional y enemiga nata por tanto de todas nuestras revoluciones y si no, véase ministeriales en tiempos de Boyer, y luego Rivieristas, y aún no había sido el 27 de febrero cuando se les vio proteccionistas franceses y más tarde anexionistas americanos, y después españoles y hoy mismo ya pretenden ponerse al abrigo de la vindicta pública con otra nueva anexión, mintiendo así a todas las naciones la fe política que tienen, y esto en nombre de la patria, ellos que no tienen ni merecen otra patria sino el fango de su miserable abyección”.Duarte, 1999:275

Su nacionalismo y antiimperialismo radicales nos dejan estupefactos, cuando observamos el retrato exacto que nos pinta Duarte sobre el carácter entreguista de las clases dominantes dominicanas de ayer, en contraposición a los deseos de libertad y autodeterminación plena del pueblo dominicano.

Esa visión de Duarte sobre nuestra clase política dominante durante la Primera República mantiene hoy toda su vigencia, ya que la clase política dominicana actual en lo esencial continua siendo entreguista y anexionista, de forma mayoritaria. Ayer lo fue frente a Francia, España, Inglaterra o Estados Unidos, hoy lo es frente a los Estados Unidos, Europa, Japón o China. Esa clase política no daba ayer y no da hoy un solo paso en favor de la población dominicana si no ve que en el mismo estén garantizados claramente sus intereses personales o grupales. Esta clase política es la que ha entregado el país a determinados grupos nacionales y a ciertos emporios internacionales en diferentes momentos históricos, como son los casos de la Bahía y Península de Samaná, Alto Velo, Isla Beata, Isla Catalina, Puerto Plata, Sosúa, Cabarete, Bávaro, Uvero Alto, Macao, Punta Cana, Bayahíbe, Altos de Chavón, La Romana, Cotuí, Bonao, La Vega, Baní, Azua, Barahona, Pedernales Bahía de las Águilas y otros puntos importantes del país, secuestrando así sus playas, los espacios públicos y las riquezas del subsuelo, en perjuicio del disfrute pleno por parte del pueblo dominicano.

Duarte avizoró con una clara visión de presente y de futuro el interés de los franceses, españoles, ingleses y norteamericanos por posesionarse de las riquezas naturales de la República Dominicana y controlarla política y económicamente. Así lo expresa en estas palabras:

“Visto el sesgo que por una parte toma la política franco-española y por otra la angloamericana y la importancia que en sí posee nuestra isla para el desarrollo de los planes ulteriores de todas cuatro Potencias, no deberemos extrañar que un día vean en ella fuerzas de cada una de ellas peleando por lo que no es suyo. Entonces podrá haber necios que por imprevisión o cobardía, ambición o perversidad correrán a ocultar su ignominia a la sombra de esta o aquella extraña bandera y como llegado el caso no habrá un solo dominicano que podrá decir yo soy neutral, sino que tendrá cada uno que pronunciarse contra o por la Patria, es bien que yo os diga desde ahora (más que sea repitiéndome) que por desesperada que sea la causa de mi Patria será la causa del honor y que siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”.Duarte, 1999: 276

Aquí Duarte puso de manifiesto la disposición de las grandes potencias a pelearse por nuestro territorio, tomando en cuenta su ubicación geoestratégica, los diferentes microclimas favorables a la producción de cualquier tipo de producto agrícola, las bellezas naturales que le adornan y las riquezas naturales y materiales abundantes que posee. También el patricio destaca que hay malos dominicanos que por cobardía, ambición o perversidad se colocarían bajo el color de la bandera extranjera que más les garantice prebendas y beneficios particulares. En ese caso, Duarte es enfático al plantear que no se puede argüir neutralidad, sino que cada quien está en la obligación de tomar partido en contra de la Patria o en favor de ella. Es evidente que nuestro Padre Fundador tenía la más profunda convicción de que el lugar que le corresponde a los dominicanos honorables y patriotas es el de la defensa a ultranza de la enseña tricolor, aún a costa de la propia vida.

Cuando sonó el clarín de la Guerra Restauradora el 16 de agosto de 1863 contra la anexión de la República Dominicana a España, Duarte encaminó inmediatamente sus pasos al territorio nacional, después de veinte años de proscripción, con el firme propósito de combatir como un soldado más a los traidores de la Patria y a sus aliados extranjeros, poniendo de relieve una vez más la consistencia de su ideal antiimperialista. Del siguiente modo nos describe el Patricio su lucha titánica en ese y en otros momentos contra todos los imperios del planeta tierra y por el logro de tan preciada Independencia Nacional:

“Si me pronuncié dominicano independiente, desde el 16 de julio de 1838, cuando los nombres de Patria, Libertad, Honor Nacional se hallaban proscritos como palabras infames, y por ello merecí (en el año 43) ser perseguido a muerte por esa facción entonces haitiana, y por Riviere que la protegía, y a quien engañaron; si después en el año 44 me pronuncié contra el protectorado francés ideado por esos facciosos y cesión a esta potencia de la Península de Samaná, mereciendo por ello todos los males que sobre mí han llovido; si después de veinte años de ausencia he vuelto espontáneamente a mi Patria para protestar con las armas en las manos contra la anexión a España llevada a cabo a despecho del voto nacional por la superchería de ese bando traidor y parricida, no es de esperarse que yo deje de protestar (y conmigo todo buen dominicano) cual protesto y protestaré siempre no digo solo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos sino a cualquier potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra independencia nacional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del pueblo dominicano”.Duarte, 1999: 275-276

Duarte nos hace una radiografía completa de la historia de la traición llevada a cabo por el bando entreguista encabezado por Pedro Santana, Tomás Bobadilla y Buenaventura Báez, habiendo colaborado estos dos últimos estrechamente con los haitianos, tanto en la gestión de Jean Pierre Boyer como en la de Charles Hérard Riviére; pasando por la entrega vil de la Bahía y Península de Samaná a Francia, a través del denominado Plan Levasseur, que había sido pactado con el Cónsul Francés en Haití Andrés Monsieur Levasseur a cambio de un protectorado que le garantizara a ellos beneficios económicos, poder político y apoyo militar, tanto en armas como en efectivos militares, siendo enfrentados por los trinitarios a través del derrocamiento de Tomás Bobadilla y demás facciosos integrantes de la Junta Central Gubernativa, el 9 de junio de 1844.

Posteriormente, ese mismo grupo procedió a entregar el país a España mediante la ejecución de una anexión perversa el 18 de marzo de 1861, sin contar con el voto espontáneo de la mayoría de la población dominicana, con el propósito expreso del General Pedro Santana y sus acólitos perpetuarse en el poder, trayéndole al país todo tipo de agravios y desventuras, incluyendo el fusilamiento del patricio Francisco del Rosario Sánchez en San Juan de la Maguana y de cientos de patriotas más.

Finalmente, la entrega del país a los Estados Unidos de América, primero en la figura de José María Cabral y luego en las de Buenaventura Báez, Ulises Heureaux, Horacio Vásquez, Ramón Cáceres, Rafael Leónidas Trujillo, Joaquín Balaguer y otros.

Los entreguistas de hoy se disfrazan de nacionalistas, pero los resultados hablan por sí solos, ya que el país sigue bajo la tutela de los Estados Unidos, después de dos intervenciones militares que fueron combatidas por los continuadores del ideal duartiano, tanto los intelectuales y artistas nacionalistas como los guerrilleros del Este o “Los Gavilleros” del 1916 al 1924 y los Constitucionalistas de Abril de 1965. Todo esto evidencia que ese bando traidor, antinacional y anexionista es el que ha tenido mayoritariamente el control las riendas del poder en nuestro país desde 1844 hasta el presente.

Pero más aún, Duarte con manos diestras nos describe la maldad personificada en el general Pedro Santana, en el siguiente texto:

“Todo es providencial y el crimen no prescribe, ni quedará jamás impune. Un 12 de julio, del 43, entró Riviére en Santo Domingo y los buenos patricios fueron encarcelados o perseguidos hasta el destierro por haber querido salvar a su Patria, y el 12 de julio del año entrante entró el orcopolita Santana y los patriotas fueron encarcelados o lanzados a un destierro perpetuo por haber logrado salvar la Patria y no haber querido venderla al extranjero; un 27 de febrero del año siguiente el infame parricida arrastra al patíbulo a la virtud, a la inocencia misma( ), como si hubiese querido castigar en el dominicano el arrojo de haberse proclamado independiente; un 19 de marzo triunfó la Cruz y los iscariotes (malos dominicanos), escribas y fariseos proclaman triunfador a Santana( ), y el 19 de marzo del año siguiente Satanás ( ) y los iscariotes arrojaron del suelo natal a una familia honrada y virtuosa( ) solo por contarse en ella hijos dignos de la Patria, crimen imperdonable por el Iscariote; finalmente esta familia infeliz llega a La Guaira, el 25 de marzo de 1845, lugar del destierro, y el 25 de marzo de 1864 salta en tierra en Montecristi el General Duarte sin odio y sin venganza en el corazón…Qué más se quiere del patriota? Se quiere que muera lejos de su Patria, él, que no pensó sino en rescatarla; y con él sus deudos, sus amigos, sus compañeros, sus compatricios que sean bastante viles para humillarse y adorar el poder satánico que adueñado del honor, de la vida, de las propiedades, de los mejores servidores de este Pueblo heroico hasta en el sufrimiento y tan digno de mejor suerte? Pues no”.Duarte, 1999:282-283

En esta pieza inigualable Duarte hace una narración desgarradora de las vicisitudes por las que tuvieron que atravesar él, su familia, sus amigos y sus compañeros de ideal por no postrarse, ni humillarse ni adorar, como hicieron otros mal llamados patriotas, al poder satánico que durante la Primera República y una vez consumada la anexión a España, ejerció el General Pedro Santana en el país. Al mismo tiempo, se queja de los patriotas restauradores, quienes en lugar de darle acogida, protegerlo y garantizar su permanencia en el país cuando él regresó el 25 de marzo de 1864 por Montecristi “sin odio y sin venganza en el corazón”, y dispuesto “a luchar con las armas en la mano contra la anexión a España”, lo que hicieron fue repatriarlo una vez más diplomáticamente al designarlo como Ministro Plenipotenciario ante el gobierno de Venezuela y demás países de América del Sur, junto al patriota Melitón Valverde, en contra de su manifiesta voluntad de quedarse definitivamente en el país, como si se quisiera que el Patricio “muera lejos de su Patria, él, que no pensó sino en rescatarla”, junto a los suyos.

Juan Isidro Pérez, mejor conocido como el Ilustre Loco, en carta que le enviara el 25 de diciembre de 1845, a su invariable amigo y compañero de ideal, Juan Pablo Duarte, le expresa con el alma lo siguiente:

“Sí, Juan Pablo, la historia dirá: que fuiste el Mentor de la juventud contemporánea de la Patria; que conspiraste a la par de sus padres, por la perfección moral de toda ella; la historia dirá: que fuiste el Apóstol de la Libertad e Independencia de tu Patria; ella dirá que no le trazaste a tus compatriotas el ejemplo de abyección e ignominia que le dieron los que te expulsaron cual a otro Arístides; y en fin, Juan Pablo, ella dirá: que fuiste el único vocal de la Junta Central Gubernativa, que con una honradez a toda prueba, se opuso a la enajenación de la Península de Samaná, cuando, tus enemigos, por cobardía, abyección e infamia, querían sacrificar el bien de la patria por su interés particular. La oposición a la enajenación de la Península de Samaná es el servicio más importante que se ha prestado al país y a la revolución. Vive, Juan Pablo, y gloríate en tu ostracismo, y que se gloríen tu santa madre y toda tu honorable familia…No puedo más. Mándame a decir, por Dios, que no se morirán ustedes de inanición: mándamelo asegurar; porque esta idea me destruye. Nada es sufrir todo género de privaciones, cuando se padece por la patria, y con una conciencia tranquila; mándame asegurar, en tu primera carta, que no perecerán de hambre!!!”.Duarte, 1999:139

Las palabras de Juan Isidro Pérez no tienen desperdicios. Revelan que Duarte es merecedor de todo nuestro aprecio, reconocimiento y devoción, por ser un hombre de carne y hueso que supo entregarse sin dobleces a la causa de la Patria. Igualmente, nos muestra que los demás miembros de la Junta Central Gubernativa, incluso Sánchez y Mella, en algún momento se dejaron envolver por las artimañas de ese bando traidor, pero que Duarte siempre estuvo claro sobre cuáles eran sus verdaderas intenciones, por lo cual siempre se mantuvo vigilante ante sus acciones. Esto quiere decir que el Fundador de la República fue un ejemplo de firmeza, de honestidad y de amor desmedido por la Patria; una persona que nunca abdicó de sus ideas y principios, aún en medio de la inanición más terrible que finalmente se transformó en tuberculosis y acabó con su vida, y que, cuando las circunstancias lo demandaron, se rebeló contra los gobiernos entreguistas y empuñó las armas para derrocarles, en aras de devolverle al pueblo dominicano su soberanía absoluta.

En los años postreros de su vida, Duarte hace un recuento de todos aquellos personajes que siempre actuaron contra el bienestar de la patria, al tiempo que avizoró a todos aquellos personajes que aunque revestidos de un ropaje nacionalista, urdían planes en contra de una República Dominicana libre, soberana e independiente. Veamos:

“Los enemigos de la Patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes con estas ideas, destruir la nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar a la nación entera y cerrarnos las puertas de la Patria…; en lo que no están de acuerdo nuestros libertos es en lo del amo que quieren imponerle al pueblo, pues ya tú dices (y es cierto) que Benigno Rojas( ), no es sino yanqui, y Báez que no es sino haitiano-español, y Lavastida ( ) y Alfaus ( ) y Manueles ( ) son yanquis: Báez dizque dice que Bobadilla no es sino Pandora, Melitón ( ) es todo menos dominicano, dice José Portes que se haya en Saint Thomas, y añade a esto que siendo Senador, para que se callara la boca cuando la Anexión, Santana le regaló una casa. ¡Pobre Patria!… Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria. Contristan el corazón del bueno y pretenden trastornar el juicio del Pueblo, con sus planes proditorios y liberticidas, para que éste despedace a sus más fieles servidores y bañarse ellos, ¡infames! en la sangre de las víctimas, gozándose en el infortunio de la Patria. Procuraré conservarme bueno, conservaré mi corazón y mi cabeza, sí mi buen amigo, así lo aconsejan mis amigos, así lo exige el honor, así lo quiero yo, porque pienso que Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre, independiente y triunfante”.Duarte, 1999:280-284

En esta comunicación, Duarte destaca, no sólo los nombres de los más reconocidos vende patrias -Bobadilla, Santana y Báez-, sino el de aquellos que fueron miembros activos o colaboradores directos de la causa nacional entre 1838 y 1865, como son los casos de Benigno Filomeno de Rojas -quien participó en la Guerra Civil de 1857 contra Buenaventura Báez; fue diputado y presidente de la Asamblea Constituyente que elaboró la Constitución de Moca de 1858; fue Vicepresidente de la República tras el triunfo de la Guerra Restauradora, fue Jefe del Ejército del Sureste y asumió la Presidencia Provisional, tras producirse el asesinato de José Antonio (Pepillo) Salcedo-, Miguel Lavastida, los hermanos Antonio Abad Alfau y Felipe Alfau, Manuel de Regla Mota, Manuel María Gautier y Melitón Valverde. Algunos de ellos, como es el caso de Benigno Filomeno de Rojas, tenido por muchos como una persona digna y fiel a los ideales de redención del pueblo dominicano, pero sobre quien ya el patricio tenía serias dudas sobre su entrega inmaculada a la causa de la Patria.

No obstante, una señal contundente de su fe inquebrantable en que la República Dominicana debía permanecer como Nación libre e independiente, a pesar de las múltiples vicisitudes que padeció, nos la da Duarte en la frase siguiente:

“Yo habré nacido para no amar sino a esa Patria tan digna de mejor suerte y a sus amigos que son los míos, cuando después de tan amargas pruebas, ni siquiera he pensado en quebrantar mi Juramento ( )”.Pedro Troncoso Sánchez, 2002:481

Duarte murió sin ver concretizado su ideal antiimperialista a plenitud, el 15 de julio de 1876 en Caracas, Venezuela, en virtud de las acciones de los gobiernos entreguistas que ha tenido la República Dominicana desde el momento mismo en que se proclamó la Independencia Nacional hasta el presente.

Conforme a la parte médica registrada en su acta de defunción, el Patricio murió de tisis pulmonar (esto quiere decir, tuberculosis), una enfermedad fundamentalmente relacionada con el padecimiento de inanición o hambre crónica. Esta situación se debió a que después de venir a luchar con las armas en las manos en 1864 -con 51 años de edad y muy enfermo-, en favor de la Guerra Restauradora, fue enviado nuevamente a Venezuela y América del Sur a gestionar apoyo militar para la causa revolucionaria, pero fue olvidado por los posteriores gobiernos restauradores y no restauradores.

El único presidente de esa época que se preocupó por el retorno al país del patricio Juan Pablo Duarte fue el general Ignacio María González, ex gobernador baecista por la provincia de Puerto Plata, quien el 19 de febrero de 1875 le envió una emotiva carta en la que le invitaba a regresar a su país, la cual procedemos a transcribir textualmente:

“El Presidente de la República Dominicana
Sto. Dgo., Febrero 19, 1875.

Mi querido General y amigo: 

Me había abstenido de escribir a usted, porque no quería hacerlo mientras no me fuera posible, como hoy, anunciarle la completa pacificación de la República que concibió y creó el patriotismo de usted.
 La situación del país es por demás satisfactoria y si concedemos a los dominicanos la suma de juicio necesaria para establecer un paralelo entre nuestro pasado y nuestro presente, debemos confiar en que esa situación se consolidará cada día más y en que ha sonado ya la hora del progreso, para este pueblo tan heroico como desgraciado. 
Mi deseo, mi querido General, es que usted vuelva a la patria, al seno de las numerosas afecciones que usted tiene en ella, a prestarle el contingente de sus importantes conocimientos, y el sello honroso de su presencia.
Al efecto se dan órdenes al señor Cónsul de la República en Curazao para que ponga a la disposición de usted los recursos que necesita para su transporte con el de su apreciable familia.
Espero confiado que usted realizará mis deseos, que son, me atrevo a asegurarlo, los de todos los buenos dominicanos.
Con mis saludos respetuosos para su apreciable familia me suscribo, de usted muy amigo, Ignacio Ma. González
Ciudadano General Juan Pablo Duarte, Caracas” (Pedro Troncoso Sánchez, 2002:511-512. Negritas nuestras: JDC).

El estado de salud en que se encontraba Duarte, cuando recibió la misiva del presidente González hacia el mes de marzo de 1875, era muy precario, razón por la cual prefirió aplazar la oferta de regresar a su país, que le formulara su dilecto compatriota dominicano.

A partir de entonces, Duarte quedó inhabilitado para trabajar, lo que implicó una disminución significativa de ingresos para su hogar, que era también el de su familia. En ese mismo sentido, su estado delicado de salud demandaba mayores gastos en medicina y alimentos. Por eso, las penurias de la familia Duarte se generalizaron espantosamente desde mediado del año 1875. Hacia julio de ese año su debilidad adquirió tal dimensión que le postró en cama de forma definitiva, hasta el 15 de julio de 1876, fecha en que le sorprendió la muerte, lejos de la patria bien amada, sin escuchar una voz amiga que le dijera que los dominicanos providencialistas estaban dispuestos a trocar en una realidad incontrovertible su ideal antiimperialista de una República Dominicana totalmente libre, independiente y soberana con respecto a cualquier potencia de la tierra.

Las palabras inmortales de Duarte contra todos los traidores, entreguistas y vacilantes, así como contra todas las potencias imperialistas de la tierra que muestren interés por apoderarse de la República Dominicana, segregarla total o parcialmente en su beneficio o limitar el ejercicio pleno de su soberanía, fueron éstas:

“Nuestra Patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la Isla”.Duarte, 1999:272

Duarte comprendió perfectamente que su ideal antiimperialista no había alcanzado plena realización con la independencia nacional del 27 de febrero de 1844 ni aún con la Guerra Restauradora de 1863-1865, sino tan sólo un desarrollo cada vez más pronunciado. Es por ello que en una carta enviada por el Patricio al historiador José Gabriel García el 29 de octubre de 1869, desde Caracas, manifiesta su esperanza en que las generaciones venideras hagan realidad su ideal, siguiendo su ejemplo imperecedero:

“Lo poco o lo mucho que hemos podido hacer o hiciéramos aún en obsequio de una Patria que nos es tan cara, y tan digna de mejor suerte, no dejará de tener imitadores y este consuelo nos acompañará a la tumba”.Duarte, 1999:149

La fe y la esperanza en el porvenir son dos de las divisas más importantes que encontramos en el pensamiento de Juan Pablo Duarte, muy a pesar de las enormes adversidades que enfrentó constantemente para mantener incólume su concepción sobre la independencia absoluta de la República Dominicana. Por esa razón confiaba en que las generaciones futuras tuvieran el honor, la vergüenza y la hidalguía de ser fieles continuadores de su ideal patriótico, lo único que le permitiría a él irse totalmente tranquilo a la morada definitiva. En esa misma perspectiva, le escribió una carta al poeta Félix María del Monte, su amigo y compatriota de la Filantrópica, en la que le decía:

“Félix, no hay reposo ya para nosotros sino en la tumba; y es que el amor de la patria nos hizo contraer compromisos sagrados para con la generación venidera, necesario es cumplirlos o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la Historia con el honor de hombres libres, fieles y perseverantes…Tú escribe y trabaja y bastante, y trabajemos, quise decir, por y para la Patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos. Sí, caro amigo, trabajemos sin descansar; no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa, y en nuestros propios brazos, pues nos condenaríamos por cobardes, a vivir sin Patria, que es lo mismo que vivir sin honor!”.Duarte, 1999:284-285 -Negritas nuestras

Con estas palabras inolvidables, Duarte nos expresa con meridiana claridad su decisión inquebrantable de luchar para legarnos una Nación libre e independiente de toda dominación extranjera, de manera que aparezcamos ante el tribunal de la Historia como seres humanos honorables, fieles y perseverantes.

De igual modo, Duarte confiaba plenamente en que la juventud sería quien daría continuidad a sus ideales antiimperialistas y nacionalistas dirigidos a lograr una República Dominicana totalmente libre, independiente y soberana, donde prime la democracia participativa, un modelo económico con justicia social distributiva, el respeto y apego irrestricto a la ley, el respeto a la diversidad y a la multiculturalidad, así como el ejercicio pleno de las libertades públicas y el respeto a los derechos humanos, entre otros aspectos, razón por la cual le dedicó estas palabras cargadas de gran amor y optimismo:

“Seguid jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, seguid con tesón y ardor en la hermosa carrera que habéis emprendido y alcanzad la gloria de dar cima a la grandiosa obra de nuestra regeneración política, de nuestra independencia nacional, única garantía de nuestras libertades patrias”.Duarte, 1999:149


BIBLIOGRAFÍA

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Fuente:historiadorjuandelacruz

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