JACQUES PAUWELS: CUANDO 14 POTENCIAS OCCIDENTALES INTENTARON APLASTAR A LA PRIMERA REVOLUCIÓN SOCIALISTA DE LA HISTORIA

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Una coalición internacional de contingentes militares occidentales invadió Rusia como si se tratara de una colonia europea del África central

Una constante histórica que se ha repetido a lo largo todo el siglo XX e, incluso, del actual siglo XXI, ha consistido en que las burguesías dominantes del planeta han reaccionado de forma invariable con la intervención militar, el cerco económico o la conspiración política contra aquellos pueblos que han tratado de cambiar el régimen social existente. La Rusia revolucionaria de 1917 no fue una excepción. El conocido historiador Jacques R. Pauwels narra cómo se produjeron aquellos acontecimientos y la inesperada manera en la que sus inspiradores se vieron obligados a ponerles fin. en contra de su voluntad.

REDACCION CANARIAS SEMANAL   

     Jacques R. Pauwels es un historiador nacido en 1946 en Bélgica, aunque desde 1969 tiene su residencia en Canadá. Pauwels  estudió Historia en la Universidad de Gante, donde se graduó. Hizo su Doctorado en la York University en Toronto, Canadá.

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   Su trabajo ha estado centrado particularmente la historia de la Alemania   contemporánea. Ha impartido cursos sobre historia europea en York University, en la University of Western Ontario, y en la University of Toronto.


     En el año 2000 público «El mito de la guerra buena», una historia sobre el papel desempeñado por los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, que ha terminado convirtiéndose en un clásico imprescindible para aquellos  que se dedican a este tema .

   Entre su bibliografía se encuentran igualmente títulos como «La Gran Guerra de clases 1914-1918,  «El gran capital con Hitler»,  un trabajo en el que con gran lujo de detalles, pone al descubierto las conexiones  existentes entre el ascenso de Hitler al poder y el apoyo que para ello le prestaron los grandes industriales germanos y la poderosa Banca de ese país.

    El texto que aquí les presentamos pertenece a un artículo suyo titulado «La revolución rusa en 100: la leyenda y el legado». La Redacción de este digital, dada la extensión del trabajo y con la finalidad de hacerlo más accesible  a la mayoría de sus lectores, decidió  presentar  su traducción  de manera resumida, dándole asimismo forma de entrevista, aunque respetando rigurosamente el sentido de su contenido.

ENTREVISTA

     PREGUNTA: Una constante histórica que se ha repetido a lo largo del siglo XX  e, incluso, del actual siglo XXI, consiste en que las burguesías de las potencias dominantes en el mundo suelen reaccionar de forma invariable con las intervenciónes militares frente a aquellos países o pueblos que tratan de cambiar el régimen social que hasta entonces había prevalecido en ellos. Eso ha sucedido  de esa foma, con independencia de que esos procesos de cambio se hayan producido a través de una insurrección popular o como resultado de las urnas. ¿Se produjo una reacción similar por parte de los países capitalistas cuando los bolcheviques tomaron el poder en la Rusia zarista?


      RESPUESTA: Efectivamente. La Primera Guerra Mundial  provocó en Europa una situación potencialmente revolucionaria  ya  desde el año 1917. En aquellos  países  en los que los políticos continuaban representando los intereses de las élites tradicionales dominantes, estas  trataron siempre de impedir que tales proyectos revolucionarios pudieran realizarse. Y  procedieron de esa forma tanto utilizando las herramientas represivas que el Estado ponía en sus manos como  otorgando concesiones frente a los que desde abajo ejercían presiones sobre ellos. O, en algunos casos, usando ambos procedimientos.

    Sin embargo, a diferencia del resto de países, en el caso de Rusia la Revolución no se había limitado «a estallar», sino que también había triunfado. Y los bolcheviques comenzaron a trabajar rápidamente  en la tarea de construir  la primera sociedad socialista del planeta. Era evidente que las clases socialmente hegemónicas del resto de los países capitalistas no iban a sentir la más leve simpatía  por aquel «experimento» político social. Todo lo contrario. Esperaban con toda la fuerza de su alma  que  aquel proyecto concluyera rápidamente con un estrepitoso fracaso.  


   En los círculos elitistas de Londres, París y otras grandes capitales mundiales la burguesía estaba plenamente convencida de  que aquel audaz experimento  bolchevique tenía como destino ese fracaso.  Pese a todo, para estar bien seguros de que  no sucediera lo contrario se dedicaron a enviar grandes contingentes de tropas a Rusia en apoyo y ayuda de los contrarrevolucionarios que  en ese país se habían alzado en armas contra los “rojos” bolcheviques. Finalmente aquel conflicto  terminaría convirtiéndose en una gran, larga y sangrienta Guerra civil que acabó dramáticamente con la vida de millares de personas.

    La primera oleada de contingentes de tropas extranjeras arribó en Rusia en abril de 1918,  con soldados británicos y japoneses desembarcando en la ciudad de Vladivostok.  Para hacernos una idea de cuál  podía ser la envergadura de aquellos primeros envíos conviene precisar que sólo los británicos enviaron 40.000 soldados para  que contribuyeran al aplastamiento de la incipiente Revolución.

   PREGUNTA: Para las condiciones de la época, e incluso si nos estuvieramos a ella  en términos actuales, la ayuda militar contrarrevolucionaria para  terminar con la Revolución rusa fue de una magnitud  que parece considerable.

   RESPUESTA: Si, así fue. En esa misma primavera de 1918, Winston Churchill en persona,  que entonces era Ministro de Guerra británico, se encargó de enviar un cuerpo expedicionario a Murmansk, en el norte de Rusia, para apoyar a las tropas reaccionarias del general “blanco” Kolchak, con la esperanza de que esta contribución británica estuviera en condiciones de reemplazar a los gobernantes bolcheviques en el poder por un gobierno que resultara dócil a los intereses británicos.

   PREGUNTA: ¿Fueron sólo los británicos y japoneses los que expidieron contingentes militares para acabar con la Revolución rusa?

    RESPUESTA: No, en absoluto. Otros países enviaron también contingentes militares más pequeños.  Entre ellos Francia, los Estados Unidos, – que trasladaron allí a 15.000 soldados – Italia, Rumania, Serbia y Grecia. En algunos casos, estas tropas  se involucraron también en la lucha contra los alemanes y contra los otomanos en las fronteras de Rusia. Pero estaba muy  claro que habían sido  enviadas a  allí con la misión  de derrocar al régimen revolucionario que había logrado establecerse y “estrangular  al bebé bolchevique en su misma cuna ”, como había llegado a expresar Winston Churchill,  con su característica «ternura» habitual.

   Los británicos, en particular,  esperaban además que su presencia militar en  Rusia  no sólo sirviera  para  acabar con  las ilusiones  que un ejemplo revolucionario como  el ruso pudiera suscitar en el propio pueblo británico, sino que trataron de aprovechar todas las  oportunidades de apropiarse de parte de los territorios de un país que parecía estar desmoronándose  por momentos…

   Los británicos vieron en Rusia una especie de  Imperio Otomano, del que, con suerte, también podrían obtener suculentas tajadas.  Esos deseos explican la razón por la que una unidad británica marchó desde Mesopotamia hasta las costas del Mar Caspio. Es decir, hacia las regiones ricas en petróleo en los alrededores de Bakú, capital del moderno Azerbaiyán.  

    En realidad la intervención en Rusia de los países citados tenía no sólo el propósito fundamental de combatir la revolución y el comunismo. Intentaron, de paso, que su operación militar pudiera tener también objetivos de caracter imperialista.

   PREGUNTA::  ¿Con qué ánimo acogió en su conjunto el pueblo ruso estas intervenciones extranjeras?

    RESPUESTA:  La intervención militar extranjera en contra de la Revolución rusa resultó totalmente contraproducente para los intereses que pretendió lograr. El apoyo extranjero a la contrarrevolución desacreditó a las fuerzas “blancas” reaccionarias a los ojos de una buena parte de los rusos que,  a partir de entonces, comenzaron a considerar cada vez más a los bolcheviques como verdaderos patriotas y, por lo tanto, a prestarles su apoyo.

    En muchos sentidos, la revolución social iniciada por los bolcheviques fue también, simultáneamente, una revolución nacional rusa, una suerte de lucha por la supervivencia, la independencia y la dignidad de la «Madre Rusia». Primero contra los alemanes, y luego en contra de las tropas  contrarrevolucionarias que habían invadido el país a través de todas sus fronteras, comportándose con la población como si se encontraran en su África Central colonial.  

    Vistos desde esa perspectiva, los bolcheviques se llegaron a parecer mucho a los jacobinos de la Revolución Francesa, que  habían  combatido a la vez  por la Revolución y por Francia.  Esta fue una de las razones  por las que  los bolcheviques pudieron beneficiarse del apoyo de un gran número de nacionalistas burgueses e, incluso, sectores de la aristocracia. Un apoyo que probablemente resultó una importante ayuda para su victoria en la Guerra Civil, en contra de la combinación entre «blancos» contrarrevolucionarios  e injerencistas extranjeros.

   Hubo, incluso, un alto militar del Ejército zarista, el general Brussilov, un noble de alta alcurnia, que razonó de esta manera el apoyo que él mismo se habia ofrecido a prestar a los «rojos»:

    “La conciencia de mi deber hacia la nación rusa” –explicó– hizo que me negara  a obedecer mis naturales instintos de clase”.

    La intervención extranjera en Rusia,  promovida como una «cruzada en contra el bolchevismo», estuvo condenada al fracaso. Fracasó también porque una gran cantidad de soldados y civiles de los Estados invasores se opusieron a ella en Gran Bretaña, Francia y otros países  occidentales.

    El lema que sirvió para movilizarlos fue «¡Manos fuera de Rusia!«. Los soldados británicos, que todavía no habían sido desmovilizados después del Armisticio del final de la Primera Guerra Mundial, y que iban a ser enviados a Rusia, protestaron airadamente  en contra de  la decisión de sus gobiernos, y organizaron motines, rebeliones y protestas.

– PREGUNTA: No obstante, estos movimientos de solidaridad popular europea con Rusia no han sido muy conocidos…

     RESPUESTA:  Sin embargo, la verdad histórica es que  en el extranjero se produjo un importante movimiento solidario con la Revolución Rusa y en contra de la intervención occidental  en contra de ella.  Algunas de esas numerosas acciones en contra de la guerra  tuvieron lugar en enero de 1919, en Dover, Calais, y en otros puertos del Canal. En ese mismo mes, la ciudad de Glasgow  se vio afectada por una serie de multitudinarias huelgas que obligaron al gobierno británico a doblar la cerviz y a reconsiderar su política injerencista contra la Rusia bolchevique.

     En marzo de 1919, las tropas canadienses se amotinaron en un campamento en Ryl, Gales, provocando la muerte de cinco hombres, y ocasionando 23 heridos. Un poco más adelante, en el curso del año 1919, similares e intensos disturbios  se produjeron  en otros campamentos del Ejército. Este tipo de rebeldía  no sólo fue una expresión de solidaridad co Rusia, sino que también reflejó la impaciencia de los soldados para que se les diera  de baja en el Ejército  y pudieran regresar a  sus casas. Pero ello dejó de manifiesto a las élites gobernantes  que ya no  iban a poder confiar excesivamente en que  sus tropas les iban a ser leales  durante un largo período de servicio, de duración indefinida, en la lejana Rusia.

    En Francia, por ejemplo, los huelguistas civiles parisienses exigieron el fin de la intervención armada en Rusia, y las tropas que ya se encontraban allí expresaron con rotundidad que no querían luchar en contra los bolcheviques, sino que lo que deseaban era regresar a sus hogares.

     En febrero, marzo y abril de 1919, los motines y las deserciones asolaron no sólo a las tropas francesas estacionadas en el puerto de Odessa, sino también a las fuerzas británicas ubicadas en el distrito norte de Murmansk. Algunos británicos  llegaron, incluso, a cambiar de bando, uniéndose a las filas bolcheviques.

   En el contingente estadounidense, numerosos hombres recurrieron a la automutilación para  lograr ser repatriados a su país. Los soldados  pertenecientes a las tropas injerencistas  occidentales empezaron a simpatizar cada vez más con los revolucionarios rusos,  hasta el punto  de que la «contaminación bolchevique»  se dejó sentir cada vez con mayor intensidad entre quienes habían sido expresamente enviados allí con la orden de  aplastar aquella novedosa «experiencia» revolucionaria.  Como  llegó a comentar por aquellas fechas un general francés:


      “Los soldados, que habían sobrevivido a Verdún y a la batalla del Marne, no querían ir a luchar ahora a las  llanuras de Rusia”.

    PREGUNTA: ¿Hasta qué fecha permanecieron los contingentes contrarrevolucionarios extranjeros en Rusia?

    En la primavera de 1919 las tropas francesas, británicas, canadienses, estadounidenses, italianas y otros contingentes extranjeros tuvieron que ser retiradas de Rusiacon mucha pena y apresuramiento, y sin ninguna gloria.

    Y es que, además, como ya he mencionado,  la «contaminación ideológica bolchevique» había logrado extenderse más de lo aconsejable entre unas tropas cuya misión había sido inicialmente  sofocar aquel «incendio» revolucionario que, según las burguesías europeas y americana, amenazaba al «mundo civilizado».  

https://canarias-semanal.org/art/33787/jacques-pauwels-cuando-14-potencias-occidentales-intentaron-aplastar-a-la-primera-revolucion-socialista-de-la-historia

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