Trotsky y el Leninismo (II)

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Capitulo 2

¿Tres Tácticas?

Bolcheviques y mencheviques representaban las dos principales líneas políticas que se enfrentaron dentro de la socialdemocracia rusa en la época de la Primera Revolución ; pero pronto se unió a la pugna León Trotsky, que abanderaba, prácticamente en solitario, una singular interpretación de los recientes acontecimientos revolucionarios y su consiguiente desarrollo táctico.

Trotsky había participado en el Congreso de 1903, decantándose por los mencheviques, aunque desde finales de 1904 se separó de ellos y se declaró “por encima y fuera de las fracciones”. A pesar de que en las cuestiones políticas fundamentales se situaba más cerca de los mencheviques, Trotsky trató de cultivar una imagen de independencia organizativa y de erigirse en el centro aglutinador o, al menos, en el símbolo de la unidad del POSDR. Pero lo que más ensalzó la figura individual e “independiente de las fracciones” de Trotsky fue la propia revolución rusa. En un proceso en el que ninguna de las fracciones socialdemócratas, ni el partido en su conjunto, consiguió ponerse a la cabeza o siquiera inspirar el movimiento de masas, Trotsky, desde su posición de dirigente práctico del Soviet de San Petersburgo, se erigió en la figura carismática y en uno de los referentes visibles de la socialdemocracia, lo cual le permitió disfrutar de un peso dentro del partido impensable en circunstancias normales –circunstancias que le impedirían en todo momento consolidar y encabezar una corriente con algún peso dentro del POSDR. Fueron los acontecimientos de 1905 los que impactaron en Trotsky hasta el punto de hacerle girar 180 grados en su perspectiva sobre el carácter de la revolución rusa. Si en 1903, en los debates internos del partido, fiel al punto de vista generalizado y a la común tradición de los marxistas rusos, se había mostrado incrédulo y contrario a la posible implantación de la dictadura del proletariado en la Rusia autocrática, su inmediata y personal experiencia revolucionaria le incitaron a pasar súbitamente a la posición contraria:

“Fue precisamente en el intervalo comprendido entre el 9 de enero [22 de enero, según el moderno calendario] y la huelga de octubre de 1905 cuando el autor formó sus concepciones sobre el carácter del desarrollo revolucionario de Rusia, conocidas bajo el nombre de teoría de la revolución permanente. Esta denominación, un poco capciosa, expresaba la idea de que la revolución rusa, si bien tenía planteados objetivos burgueses inmediatos, no podría detenerse en los mismos. La revolución no podría cumplir sus objetivos inmediatos burgueses más que llevando al proletariado al Poder .”[7]

El proceso intelectual que preparó tan repentino giro político no fue, sin embargo, tan brusco. Efectivamente, durante 1904 Trotsky había entablado una estrecha relación con G. Parvus, socialista ruso-alemán que se había ganado un nombre en el SPD denunciando el revisionismo de Bernstein. Parvus fue quien, realmente, estableció los presupuestos teóricos de la futura tesis sobre la Revolución Permanente :

“Como es sabido, el radicalismo político en Europa Occidental se apoyaba principalmente en la pequeña burguesía, formada por los artesanos y, más en general, por toda esa parte de la burguesía golpeada por el desarrollo de la industria y rechazada de la clase de los capitalistas (…). Es cierto que con el advenimiento del régimen parlamentario, su potencia hacía tiempo que se había agotado, pero la existencia de numerosas ciudades en las cuales predominaba el tercer estado tuvo una indiscutible importancia política. A medida que estas fuerzas sociales se disolvían en las contradicciones capitalistas, a los partidos democráticos se les planteaba el problema siguiente: unirse a los obreros y convertirse en socialistas, o unirse con la burguesía capitalista y transformarse en reaccionarios. En Rusia, en el período precapitalista, las ciudades se desarrollaban más bien a la manera china que al modo europeo. Eran centros administrativos sin ninguna importancia política y, desde el punto de vista económico, mercados para los campesinos y los propietarios latifundistas del entorno. Su desarrollo era todavía insignificante cuando el capitalismo lo detuvo, y comenzó a fundar grandes ciudades, es decir ciudades industriales y centros de comercio mundial. Por estas causas Rusia tiene una burguesía capitalista, pero no tiene esa burguesía media de la cual ha salido y sobre la cual se ha mantenido la democracia política de Europa occidental . Los estratos medios de la burguesía capitalista contemporánea en Rusia, así como en todo el resto de Europa, comprenden las profesiones liberales (médicos, abogados, literatos, etc.), los estratos sociales ajenos al proceso productivo y el personal técnico de la industria y del comercio capitalista como asimismo ciertas ramas de actividad conectadas con éstos, como las sociedades de seguros, los bancos, etc. Estos elementos no pueden tener un programa propio de su clase; dado que sus simpatías y antipatías oscilan incesantemente entre el proletariado revolucionario y el conservadurismo capitalista. En Rusia hay que agregar los resabios de las clases del período anterior a la abolición de la servidumbre de la gleba, resabios que el capitalismo aún no ha tenido tiempo de absorber.

Es sobre tal población urbana, que no ha pasado por la escuela del medioevo europeo occidental, sin conexiones económicas, sin tradiciones del pasado y sin ideales de futuro, que debe fundarse el radicalismo político en Rusia. No tiene nada de extraño que éste se busque también otras bases.”[8]

Bases que no son otras que las que le presta la clase obrera.

Este tipo de consideraciones históricas como punto de partida, unido al admirable papel jugado por el proletariado en 1905 del que fue testigo la impresionable pupila de Trotsky, que adivinó la inconmensurable capacidad creativa de las masas obreras, le condujeron a la elaboración de una audaz teoría sobre la mecánica del proceso revolucionario que habría de tener lugar en Rusia. Exponemos seguidamente su teoría de la Revolución Permanente según una de sus formulaciones clásicas:

“Esta denominación un poco abstrusa, expresa la idea que la revolución rusa, si bien tenía planteados algunos objetivos burgueses inmediatos, no podría detenerse en los mismos. La revolución no podría resolver los problemas de tipo burgués más importantes que tenía planteados más que llevando al proletariado al poder. Y cuando este último se hubiera adueñado del poder no habría podido limitarse al aspecto burgués de la revolución. Al contrario, y precisamente para asegurarse la victoria definitiva, la vanguardia proletaria, hubiera debido, desde los primeros días de su poder, penetrar profundamente en los dominios prohibidos de la propiedad, tanto burguesa como terrateniente. En tales condiciones la vanguardia debía chocar contra demostraciones hostiles de parte de los grupos burgueses que la habían sostenido al comienzo de su lucha revolucionaria, y aún también de parte de la masa campesina cuyo apoyo la proyectó hacia el poder. En un país en el cual la enorme mayoría de la población estaba compuesta de campesinos, los intereses contrapuestos que dominaban la situación de un gobierno obrero sólo podían conducir a una solución en el plano internacional, en la arena de una revolución proletaria mundial. Cuando, en virtud de la necesidad histórica, la revolución rusa hubiera franqueado los estrechos límites de la democracia burguesa, el proletariado triunfante iba a estar constreñido a franquear asimismo los límites de la nacionalidad, es decir hubiera debido dirigir conscientemente sus esfuerzos de manera tal que la revolución rusa se transformase en el prólogo de la revolución mundial.”[9]

Como síntesis de la experiencia de la Primera Revolución , el modelo táctico propuesto por Trotsky fue relegado a un lugar marginal en el cosmos del pensamiento revolucionario ruso, incluso más allá de la Revolución de Octubre. Aunque como tal teoría fue perfilada en todos sus contornos fundamentales en una fecha tan temprana como 1906 (principalmente con el trabajo de Trotsky titulado Resultados y perspectivas ), nunca se convirtió en centro de ninguna de las numerosas disputas que entre 1906 y 1917 enfrentaron a las dos corrientes principales del marxismo ruso[10]. Ni siquiera en el Congreso de Estocolmo, celebrado en la primavera de 1906 con el fin de reunificar la línea política de la socialdemocracia de cara a un posible repunte del ánimo revolucionario de las masas, donde se discutieron y se pusieron sobre el tapete las principales cuestiones tácticas de la revolución rusa, tuvo la teoría de la Revolución Permanente la menor mención de importancia. Tanto Trotsky, que asistió, como sus ideas al respecto pasaron desapercibidas en Estocolmo. El hecho de que las proposiciones de Trotsky, que respondían de manera original a los problemas candentes de la revolución rusa, apenas fueran tenidas en cuenta en su momento, es decir, en la larga etapa de pugna por el poder por parte de la clase obrera, cuando todo lo relacionado con las cuestiones tácticas cobra la mayor importancia, resulta si no curioso, sí elocuente. Más aún. La Revolución Permanente , como concepción inspiradora de la línea general de la política proletaria, tampoco jugó de manera patente ningún papel, ni para el partido y el Estado soviéticos, ni para la Internacional Comunista , entre 1917 y 1923, durante la primera etapa del poder proletario.

Una de las características de la peripecia de la teoría política de Trotsky es que, siendo formulada en una fase preliminar de la revolución rusa, no pasó a ocupar el centro del escenario de la lucha que decidía el papel de la vanguardia en esa revolución hasta una etapa muy tardía de la misma, cuando ya estaba relativamente consolidada, y sólo por un brevísimo espacio de tiempo. Además, y de manera paradójica, una teoría que había sido concebida en un momento de fervoroso ascenso revolucionario y que, por ello, encerraba un ardoroso espíritu de ofensiva, ideal para inspirar al proletariado en sus grandes embates históricos, sale a la palestra cuando la revolución vive un periodo de repliegue y de asentamiento, no de expansión. Esto explicará, en parte, su derrota política. Pero lo más significativo es esa incapacidad para situarse en el centro de la pugna entre las ideas, para aportar alguna orientación adecuada que pudiera servir de guía al partido como dirigente revolucionario, para incitar una posición ideológica o política decisiva en la lucha de dos líneas que se desenvolvía en el seno del POSDR. En ningún momento, ni antes de 1917, ni después –hasta la muerte de Lenin–, la socialdemocracia rusa, en general, ni el bolchevismo como corriente política dentro de ella, en particular, deciden y definen su política en función o en consideración a la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky. Esto, ya de principio, puede ilustrarnos sobre el verdadero valor de esa teoría desde el punto de vista del desarrollo de la revolución en Rusia, y puede ayudarnos a delimitar su real importancia, restringida al debate contra una desviación izquierdista surgida en el partido bolchevique en un momento dado del desenvolvimiento de sus tareas de dirección revolucionaria. Desde luego, en el balance de la aportación del trotskismo a la revolución soviética, el autor sale mejor parado que sus ideas.

En relación con la influencia de su teoría en el devenir de la revolución rusa, Trotsky argumentará que, para el período entre 1917 y 1923, sus posiciones y las de Lenin eran idénticas, por lo que resultaría ocioso intentar sorprenderle defendiendo en esa época una línea política diferente de la de aquél. Esto no es del todo cierto, como veremos. Lo que sí es cierto, en cualquier caso, es que gran parte de su obra del exilio está dedicada a convencer al mundo de que en el periodo previo a Octubre (1905-1917) sus posiciones políticas y las de Lenin no eran antagónicas, a pesar de lo encendido de algunos debates, y que estaban destinadas a converger tras una natural evolución –sobre todo por parte de Lenin– influida y guiada por los acontecimientos políticos de Rusia[11]. Veámoslo también.

NOTAS

[7] TROTSKY: Op. Cit ., p. 164. Sin embargo, otra lectura de la actitud de Trotsky ante la cuestión de las posibilidades de un poder obrero en la Rusia semifeudal nos inducen a pensar que su cambio de opinión entre 1903 y 1905 no conllevó una modificación paralela de sus premisas ideológicas básicas. Efectivamente, en el Congreso de Bruselas, Trotsky rechaza la dictadura del proletariado por imposible en Rusia hasta que la clase obrera represente la mayoría de la población. La valoración esencialmente cuantitativa que utiliza Trotsky para sopesar las posibilidades políticas del proletariado no es abandonada en 1905 y continúa formando parte de los fundamentos teóricos de la Revolución Permanente.

[8] Cfr ., PROCACCI, G. (Selec.): El gran debate (1924-1926), I. La revolución permanente . Ed. Siglo XXI. Madrid, 1976; pp. 160 y 161. Para una valoración de primera mano de la influencia de Parvus sobre Trotsky, cfr ., TROSKY, L.: La revolución de octubre . Ed. Fontamara. Barcelona, 1977; pp. 235-237. Para una apreciación de la contribución real de Parvus en la elaboración de la teoría de la Revolución Permanente , cfr ., TROSKY: La revolución permanente , pp. 109-111, donde Trotsky señala que Parvus no llevó hasta sus últimas consecuencias su análisis de las particulares circunstancias socioeconómicas de Rusia, limitándose a encomendar al proletariado que constituyese un gobierno obrero para cubrir los objetivos de la democracia, pero sin llegar a plantear los problemas de la revolución socialista.

[9] Cfr ., PROCACCI: Op. cit ., pp. 181 y 182.

[10] El propio Trotsky reconoce años después, camino ya del exilio, polemizando retrospectivamente sobre la validez de su teoría, que Lenin apenas si la conoció de primera mano durante el periodo de 1905 a 1919. Con ello, Trotsky trata de justificarse y de insinuar que el jefe bolchevique no hubiera criticado sus planteamientos, ni siquiera en los pocos momentos que les dedicó su atención, si los hubiera conocido directamente desde los textos escritos por el autor o si sus informadores no hubieran sido tan malintencionados. Fuera aparte las suspicacias o cualquier otro tipo de consideración subjetiva, lo que sí es cierto es que ese hecho sólo puede demostrar el escaso interés de Lenin por las posiciones de Trotsky –aunque sólo fuera a título informativo– debido a su escaso peso entre los miembros del POSDR ( Cfr ., TROTSKY: La revolución permanente , p. 85).

[11] “Para reconocer en 1919 que mi previsión era acertada, Lenin no tenía necesidad alguna de oponer mi posición a la suya. Le bastaba tomar ambas posiciones en su desenvolvimiento histórico.” ( Ibídem , p. 86, nota). “Lo más que se puede decir hoy, después de la comprobación histórica, acerca de las antiguas divergencias en torno a la dictadura, es esto: mientras que Lenin, partiendo invariablemente del papel directivo del proletariado, subraya y desarrolla la necesidad de la colaboración revolucionario-democrática de los obreros y campesinos, enseñándonos a todos nosotros en este sentido, yo, partiendo invariablemente de esta colaboración, subrayo constantemente la necesidad de la dirección proletaria no sólo en el bloque, sino en el Gobierno llamado a ponerse al frente de dicho bloque. No se puede hallar otra diferencia.” ( Ibíd ., p. 124).

Fuente: Comuna Roja

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