Reeditamos aquí, íntegramente, una nota difundida por el Movimento Feminino Popular (MFP) en su sitio web .
MFP llama a las mujeres del pueblo a rebelarse. Foto: Y Base de datos
LAS ELECCIONES EN CURSO Y LA CUESTIÓN DE LA MUJER
En estas elecciones, marcadas por la falsa polarización entre Lula y Bolsonaro (falsa polarización no porque sean idénticos en cuanto a los grupos de poder que representan, sino porque ambos están comprometidos con el mantenimiento y la defensa del viejo orden, aunque por medios diferentes), uno de los temas Cruciales ha sido el tema de la mujer. La mayoría de la población brasileña, las mujeres son vistas y tratadas por los candidatos al gobierno de turno como votantes, no sujetos políticos, miembros de diferentes clases sociales.
Es sintomático que una parte considerable de las mujeres pobres, que viven en las afueras de las grandes ciudades, o en vastas zonas rurales, se adhieran a un candidato ultrarreaccionario como Bolsonaro, a pesar de todas las barbaridades que ha dicho a lo largo de su trayectoria. Esto se nota especialmente entre los fieles de las iglesias evangélicas, a quienes el actual presidente busca atraer a sus bases. ¿Por qué ocurre esto? Porque, al fin y al cabo, ninguna de las promesas de la llamada Constitución Ciudadana de 1988 se cumplió. Ni siquiera se cumplió la igualdad salarial para la misma función, la reivindicación democrática de los inicios de la burguesía. El llamado voto evangélico trae consigo décadas de brutal explotación y opresión sobre estos contingentes económica y políticamente marginados de la población; debe explicarse no por un “conservadurismo” innato de las mujeres pobres, sino por su condición material de existencia. A menudo, la iglesia aparece ante sus ojos como la única alternativa a la represión policial oa la pérdida de sus hijos por las drogas y el crimen.
En el otro espectro de esta disputa, la candidatura de Lula y el PT busca atraer el voto femenino manejando un frente electoral que abarca desde representantes típicos de las clases dominantes -como la terrateniente Simone Tebet-, pasando por oportunistas y «post La identidad «moderna» fuerza a sectores de la cúpula de la Iglesia Católica. En su lucha electoral todo vale menos tener principios: en el seno del oportunismo conviven los abanderados del feminismo radical pequeñoburgués y las más notorias declaraciones contra el aborto, en defensa de la “familia”, etc. Respecto a la situación material que empuja a millones y millones de mujeres al paro, a las más viles relaciones de explotación ya la prostitución, ambos candidatos presentan, ved, un singular programa: impulsar los programas asistenciales, disputando quién es su artífice.
El feminismo burgués y pequeñoburgués no puede emancipar a las mujeres del pueblo. En su esfuerzo por “humanizar el capitalismo”, estas fuerzas fomentan la idea errónea de que la lucha de las mujeres se desarrolla al margen de la lucha de clases. El Movimiento Popular Femenino afirma, por el contrario, que la verdadera y gran distinción no es entre mujeres creyentes y no creyentes, supuestamente “conservadoras” o “progresistas”, sino entre las mujeres oprimidas del pueblo y las mujeres de las clases dominantes. , quienes son agentes de opresión de las masas populares y, dentro de ellas, de otras mujeres. ¡No puede haber igualdad, solidaridad ni identidad alguna entre explotados y explotados! ¡Esto es demagogia vana, pura mentira!
No nos engañemos: el contundente récord de abstención y rechazo a la farsa electoral, a pesar de todo el chantaje movido por un inédito aparato de contrapropaganda y mentiras, no hace más que confirmar lo arruinado que está este sistema de poder. Como dijo el gran Karl Marx, la emancipación de los trabajadores (donde están incluidas las mujeres, la mitad del cielo) sólo puede ser obra de los propios trabajadores, ganada con una dura lucha, y no por el don de cualquier imitación de “salvador del mundo”. patria”. .
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