JOSÉ CARLOS, COMISIÓN NACIONAL DE LA LIGA DE CAMPESINOS POBRES.
Deshonra y contorsionismo: el liderazgo oportunista ignora la historia. Foto: Y Base de datos
Alexandre Conceição, miembro de la dirección nacional del MST, en una entrevista publicada el 22 de julio para el portal de ese movimiento, pretendía darnos a todos una lección sobre cómo derrotar al latifundio. Dijo: “La derrota de Bolsonaro en las urnas significa la derrota del latifundio y la agroindustria”. Sustenta su opinión: “Hoy quien gobierna el país es el latifundio, el agronegocio depredador”. “Garantizar la concentración de la tierra, destruir la reforma agraria como política pública”. “Por lo tanto, la lucha por la reforma agraria en este momento pasa esencialmente por la centralidad de la derrota de Bolsonaro en las urnas”.
Como dijo el sabio, vayamos por partes. Si la victoria de Luiz Inácio es tan estratégica para la derrota del latifundio, ¿por qué, después de 13 años de gobierno del PT, todavía se habla de reforma agraria?
La respuesta es obvia. El gobierno de Luiz Inácio, en 2007, al final de su mandato, asentó apenas 79 mil familias como resultado de la expropiación del latifundio, contrariamente a toda la propaganda del Incra, en ese momento, basada en maniobras contables. Así lo demostró el respetado especialista Ariovaldo Umbelino. En cuanto al gobierno de Dilma Rousseff, la cifra fue aún menor, tanto que la CPT denunció que el gobierno de entonces había abandonado la “reforma agraria”. Tanto Luiz Inácio como Dilma hicieron menos “reforma agraria” que Fernando Henrique Cardoso, el Príncipe de los reaccionarios. Los hechos son obstinados.
Además, el genocida Bolsonaro impulsó la concentración de la tierra con su política latifundista, que la AND denuncia exhaustivamente, pero que no puede opacar que el señor Luiz Inácio también la impulsó. De 2003 a 2010, el número de hectáreas en propiedad de grandes propiedades agrarias pasó de 214,8 millones a 318 millones. Fue Luiz Inácio quien más reforzó el peso central de la economía en la exportación de bienes primarios, regocijándose en el superávitfiscal logrado a costa de llenar de dinero los burros de los terratenientes; Elevó así el precio de la tierra y, en consecuencia, el desalojo de los invasores y la expropiación de las masas campesinas. De hecho, los gobiernos de Lula y su sucesor fueron, al mismo tiempo, continuadores y grandes entusiastas del proceso de concentración de tierras.
Aquí, para rematar, vino la declaración de que la lucha por la reforma agraria pasa por derrotar a Bolsonaro en las urnas, es decir, elegir a Luiz Inácio. ¿Dónde, señores? Porque todo dice que no hay derrota. La victoria de Luiz Inácio, o su derrota, cualquiera que sea el resultado de la farsa electoral, será, en estos marcos, la victoria de los latifundios, tanto de los improductivos como de los productivos, el “agronegocio”. Seguirán gobernando, como lo hicieron todo este tiempo, porque esta república les pertenece a ellos ya la gran burguesía local, sirvientes del imperialismo, principalmente yanqui. Los generales, como sus guardianes, están ahí para recordárselo a quien se atreva a olvidar, aunque el oportunismo electoral no logre olvidarlo.
En suma, si la dirección del MST quiere zambullirse de lleno en la campaña de Luiz Inácio, que va de la mano del banquero y del principal “agronegocio”, hágalo, porque, en realidad, no se espera otra cosa; pero no usen el nombre de la lucha por la tierra para justificar esto ante los millones de campesinos pobres que forman la base de masas del movimiento y que quieren tierra para quienes viven y trabajan en ella. Esto es deshonroso y, de hecho, una lección de contorsionismo.
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