Grandes éxitos de la Revolución Cultural

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Artículo de Pedro Pomar, histórico dirigente del PC de Brasil, publicado en «A Classe Operária», Órgano del C.C. del PCB, 1968. Traducido por «Cultura Proletaria».

Las victorias de la Revolución Cultural Proletaria en China constituyen un valioso impulso a la lucha de la clase obrera y de los pueblos oprimidos por su independencia, por la democracia y el socialismo. Significa, al mismo tiempo, una contundente derrota de la coalición mundial contrarrevolucionaria del imperialismo, de la reacción y del revisionismo contemporáneo.

Al movilizar masas de cientos de millones, en un movimiento de envergadura sin precedentes, la Revolución Cultural Proletaria, en menos de dos años, se ha extendido por toda China y desbarató el complot revisionista burgués, dirigido a la restauración del capitalismo. Siguiendo la justa orientación del camarada Mao Tse-tung, la abrumadora mayoría del proletariado, de los campesinos, del Ejército Popular de Liberación y de los cuadros, se unieron estrechamente, fortalecieron la dictadura del proletariado, pusieron la superestructura política e ideológica en una mejor correspondencia con la base económica socialista y desarrollaron aún más la producción y la experimentación científica. La idea de que cada ciudadano se debe interesar por los problemas del Estado y la campaña para combatir el egoísmo y criticar el revisionismo tomaron un carácter concreto y adquirieron aspecto real de masas. Finalmente, continúa con pleno éxito el esfuerzo para transformar toda institución, fábrica, escuela o unidad militar, en un centro de estudio y de aplicación creadora del marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Tse-tung, la invencible bandera que guía al pueblo chino en la construcción del socialismo y en el apoyo a la revolución mundial.

Viendo este avance triunfal y sintiendo derrumbarse el sueño, que había acariciado hace mucho, de convertir China y el mundo en presas fáciles de su codicia y de su dominio, los imperialistas y la chusma despreciable de canallas de la reacción y de los revisionistas, no se cansan de acusar de las peores infamias para denigrar la Revolución Cultural Proletaria. No se dan cuenta, como enemigos declarados de los pueblos, de la importancia de tal acontecimiento para los destinos del socialismo y de la humanidad progresista.

Entre los falsificadores más cínicos de la Revolución Cultural se encuentran los revisionistas contemporáneos. Es comprensible. La Revolución Cultural Proletaria, con sus ideas y perspectivas, con sus formas y sus métodos, agudizó todos los problemas en disputa en el movimiento comunista internacional y contribuyó a revelar la repugnante traición de los revisionistas a la causa de la lucha de los pueblos contra el imperialismo, sobre todo el norteamericano. También ayuda a discernir los verdaderos de los falsos marxistas-leninistas, a desentrañar más nítidamente las posiciones revolucionarias y las oportunistas y a desenmascarar a los dirigentes revisionistas, indicando a las masas sus verdaderos partidos y líderes proletarios revolucionarios.

Los filisteos revisionistas, en su cruzada contra la Revolución Cultural, desempeñan, sin duda, misiones variadas. Los revisionistas soviéticos, por ejemplo, que son los líderes, aparecen como los más repugnantes e hipócritas. Los revisionistas franceses fingen cierta objetividad, sin esconder, sin embargo, la pedantería y el refinamiento en el engaño. Mientras que los revisionistas brasileños, sin ninguna imaginación, copian servicialmente los que les dicta la camarilla dirigente del PCUS. Sin embargo, como prueba de que el revisionismo es un fenómeno internacional y obedece a causas sociales bien definidas, todos los revisionistas conservan en los ataques a la Revolución Cultural el mismo trazo: el temor de las masas y el odio a la revolución, la apostasía al marxismo-leninismo y la capitulación ante el imperialismo. Gritan, por eso, todos a la vez, que la Revolución Cultural es una insensatez contra el humanismo y la cultura, es una acción terrorista y liberticida, una manifestación nacionalista y belicosa, expresión del culto a la persona, etc. Pero, como fariseos, hacen insistentes llamadas al pueblo chino, con la «esperanza» de que retorne al «buen camino» de la mano de los revisionistas. O, quién sabe, si estas llamadas fallasen, tendrán que hacerlo «entrar en razón» a través de bombas atómicas, que almacenan con fines humanistas…

Todo este clamor, sin embargo, es inútil. La Revolución Cultural Proletaria condujo a la revolución socialista china a una fase más profunda de su desarrollo. Barre a la camarilla revisionista interna, desata las energías de las masas revolucionarias para hechos aún más espectaculares en su progresiva marcha y estimula acciones más enérgicas en la lucha de liberación de todos los pueblos. Es el resultado inevitable de la agudización de la lucha de clases en China y en todo el mundo. Aunque tenga sus peculiaridades, constituye una necesidad objetiva para consolidar el sistema socialista en cualquier país. Por eso, tenía que proyectarse internacionalmente.

La Revolución Cultural Proletaria, con las proporciones que asumió y por realizarse en un país del tamaño de China, jamás podría ser un acto arbitrario de tal o cual personalidad, de este o aquel grupo dirigente. Ahí no encaja el voluntarismo ni el utopismo. Son los revisionistas que, al negar la lucha de clases bajo el socialismo, atribuyen poderes sobrenaturales a personalidades y se oponen a la acción revolucionaria de las masas, cayendo por tanto en el voluntarismo. Los revisionistas, al llevar a cabo tales calumnias, lo que está buscando es defender a sus compinches revisionistas chinos.

Es totalmente lógico que la Revolución Cultural repudie, a través de la crítica más libre y más amplia que jamás haya existido en cualquier país, a los portadores de las ideas y de las costumbres burguesas. Como movimiento de masas real, con objetivos ideológicos y políticos definidos, la Revolución Cultural se va mostrando aún mejor en la propia práctica revolucionaria del pueblo chino. La tarea más difícil, y al mismo tiempo, más esencial de la dictadura del proletariado, después de conquistar el poder, no se puede limitar a la tarea de las transformaciones puramente económicas. Hay que dedicarse también a la realización de los cambios en el campo ideológico, que no se limite sólo a los problemas de orden literario, artístico y educativo, técnico y científico. Por eso el camarada Mao Tse-tung calificó a la Revolución Cultural como una gran revolución ideológica, que afecta al hombre en lo que tiene más arraigado, en su alma, en su concepción… Por lo tanto, tampoco tiene nada de extraño ni de antimarxista que la Revolución Cultural ponga en práctica, mediante la concepción cultural más elevada y socialista, medidas para transformar a los hombres en la sociedad china de acuerdo a las exigencias económicas, políticas y sociales del proletariado y del socialismo.

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¿No es ese, por casualidad, el papel de la conciencia socialista, de la teoría marxista-leninista? ¿No es ese uno de los objetivos del Partido Comunista? Los revisionistas no quieren ni pueden comprender la cuestión teórica básica de la Revolución Cultural Proletaria: su inevitabilidad bajo el socialismo para satisfacer las exigencias de la base económica y acelerar el avance de las fuerzas productivas sociales. Son falsificadores contumaces y la verdad les es insoportable.

En la Revolución Cultural Proletaria, el problema del poder aparece como el problema esencial. En la Revolución China, desde hace mucho, se venían enfrentando dos líneas, dos caminos respecto a la construcción del socialismo. A través de todo el proceso de la Revolución China, en todas sus fases, la lucha entre las dos líneas se fue configurando cada vez con mayor nitidez. Una, niega la posibilidad de construir el socialismo a pasos veloces, bajo el argumento del bajo nivel de las fuerzas productivas, del atraso técnico-material del país. Defiende, sin embargo, grandes concesiones a los elementos capitalistas de las ciudades y del campo y propone que sus intereses no se vean afectados por un largo periodo. Deposita las mayores esperanzas en la ayuda exterior y no confia en el esfuerzo del propio pueblo. Da enfásis a los estímulos materiales y prioridad a la economía sobre la política. Menosprecia el papel de la dictadura del proletariado, de las nuevas relaciones de producción y de las masas populares. Propaga la importancia del estudio y de la formación de cuadros técnicos desligados de la ideología proletaria. Favorece, por todos los medios, la difusión de la cultura y de los hábitos burgueses. Pretende, en definitiva, conducir al país por el camino del retorno al capitalismo, de la restauración del poder burgués, aunque jurar lealtad a los principios y objetivos socialistas proletarios. En realidad, es una línea burguesa, reaccionaria. Sus defensores apoyaban, dentro del Partido, incluso antes de la victoria de la revolución en 1949, los intereses de la burguesía. Y como la vida se encargó de mostrar, el máximo exponente de esta línea no es otro que el elemento que tiene el rango más alto en el Estado, el ahora proclamado Khrushchev de China.

La otra línea, formulada y aplicada por el camarada Mao Tse-tung, combate desde hace mucho la conocida teoría oportunista de las «fuerzas productivas» y plantea la cuestión del socialismo en los siguientes términos: «¿Qué pasará si no establecemos la economía socialista? Nuestro país se convertirá en un Estado burgués como Yugoslavia y la dictadura del proletariado en una dictadura burguesa, dictadura, por otra parte, reaccionaria y fascista«.

«Entre las características de China, con cientos de millones de habitantes -decía el camarada Mao Tse-tung- lo que chocaba era la pobreza. Las cosas malas, sin embargo, se pueden convertir en buenas. Por ejemplo, la pobreza impulsa el cambio, la revolución. Y cuanta más gente, más debates, más ardor. Ciertamente, la construcción socialista requeriría mucho tiempo, requeriría apoyarse más en los propios esfuerzos que en la ayuda exterior y utilizar un estilo de trabajo duro y de vida sencilla. El gran problema era la educación de los campesinos. Sin la socialización de la agricultura no habría socialismo real y sólido. La dictadura del proletariado, con el objetivo de fortalecer la alianza con los campesinos y desarrollar la colectivización del campo, debería mantenerse aún más en los campesinos pobres, ganar los medios y liquidar la economía de los campesinos ricos y el sistema de explotación individual en las áreas rurales. Será preciso, también, transformar gradualmente la industria, la artesanía y el comercio en partes integrantes de la economía socialista. De esta forma, se crearían nuevas y mejores condiciones para la liberación de las fuerzas productivas y el incremento de la producción. Y teniendo en cuenta que, a nivel interno, la contradicción con la burguesía nacional no fue eliminada, ni podría serlo en la primera etapa de la revolución, y que, a nivel externo, se agudizaba la contradicción con el imperialismo norteamericano, que amenazaba a China con la opresión, era necesario librar una lucha vigorosa no sólo en el frente económico, sino principalmente en el campo político e ideológico. La dictadura del proletariado tenía que ser, por lo tanto, fortalecida y no debilitada, para hacer avanzar a la revolución, para permitir a China el cumplimiento de sus deberes internacionalistas, en defensa del movimiento comunista y de la causa de todos los pueblos oprimidos que, en mayor parte, vivían y aún viven bajo el yugo de la reacción y del imperialismo«.

Dirigiendo la Revolución China y luchando por la construcción del socialismo en China, el camarada Mao Tse-tung estudiaba la experiencia de la dictadura del proletariado también en los países socialistas, especialmente en la Unión Soviética. Después de Yugoslavia, fue en el país de la Revolución de Octubre, que los revisionistas, enmascarados de leninistas, ocupando puestos en la dirección del Estado y del Partido, lograron usurpar el poder y arrastrar al glorioso país de Lenin y de Stalin de regreso al capitalismo. El camarada Mao Tse-tung, tomando lecciones de esa amarga experiencia, formuló una tesis de largo alcance para los destinos del socialismo: las clases y la lucha de clases, en las condiciones del socialismo, continúan existiendo. Mao Tse-tung afirmó que la cuestión de saber quién vencerá, si el socialismo o el capitalismo, no había sido definitivamente resuelta, ni incluso en los países en los donde venció la dictadura del proletariado. En China, dijo: «había los que soñaban restaurar el sistema capitalista, librando la lucha contra la clase obrera en todos los frentes, incluida la ideológica. En esta lucha, los revisionistas son sus mejores ayudantes. (…)Abogan, de hecho, no por la línea socialista, sino por la capitalista«.

El camarada Mao Tse-tung demostró que la lucha de clases, la lucha por la producción y la lucha por la experimentación científica son los tres grandes movimientos revolucionarios para la construcción de un país socialista. A través de estos movimientos, los comunistas evitarán la burocracia, eliminarán el revisionismo y el dogmatismo y garantizarán la unidad de las masas entorno a la dictadura del proletariado. Si actúan de manera diferente, es decir, si se dejaran de movilizar las masas en la dirección indicada y perdiesen la vigilancia, permitiendo que el enemigo se infiltre en las filas del Partido, los comunistas no podrán evitarlo, en pocos años, tendrá lugar una contrarrevolución para hacer que el Estado cambie de color y el Partido se vuelva revisionista e incluso fascista.

La línea proletaria, revolucionaria, bajo la sabia dirección de Mao Tse-tung, infligía grandes derrotas a la línea burguesa, oportunista. China avanzaba, con pasos cada vez más firmes y a ritmos impresionantes, por el camino de las transformaciones socialistas con el fin de superar su atraso milenario, extinguir las lacras de la opresión extranjera y alcanzar el nivel de una verdadera cultura socialista. Obtuvo enormes éxitos en el campo de la economía, de la ciencia, de la tecnología y de la defensa nacional, que se modernizaba rápidamente. Empujadas por las nuevas relaciones de producción socialistas, las masas demostraron una enorme capacidad de sacrificio y un ardiente patriotismo y lograban avances que son ejemplos para todas los pueblos que aún sufren el expolio y la opresión del imperialismo y del capitalismo.

¿Cómo explicar, entonces, que hayan podido subsistir y, además, actuar, los representantes de la burguesía dentro del Partido y del aparato estatal de la dictadura del proletariado en China? Es que los enemigos de clase jamás se resignan con la derrota. Después de cada batalla política buscaban camuflarse. Adoptaban una táctica de dos caras. Hacían autocrítica. Se mostraban fervientes partidarios del pensamiento Mao Tse-tung y de la línea proletaria, pero actuaban clandestinamente contra su orientación. De esta manera, conseguían eludir al Partido y a las masas. Se manifestaban, sin embargo, con cada nueva vicisitud del proceso revolucionario, atacando nuevamente la línea del Partido y su dirección proletaria.

Conforme se hizo evidente por la experiencia de los países revisionistas, la formación y la actividad de un Estado-Mayor burgués en el Partido de la clase obrera es perfectamente posible, siempre y cuando haya clases y lucha de clases. Este es el mayor peligro que enfrenta el Partido, así como la dictadura el proletariado. El quid de la cuestión es saber destruirlo, tarea difícil debido a que el enemigo busca presentarse disfrazado con la bandera del marxismo-leninismo, jurando la mayor lealtad a los principios.

El método que siempre fue utilizado para limpiar las filas del Partido de tan indeseable compañía, fue la de las purgas periódicas. Lenin y Stalin enseñaban que es imposible superar el oportunismo en el Partido sólo a través de la lucha ideológica. En las condiciones de la dictadura del proletariado, Lenin advirtía que, sin mantener la pureza ideológica del Partido, el sistema socialista no podría sobrevivir. Por eso, insistía en que, con el apoyo de las masas, fuese periódicamente efectuada la depuración en el Partido.

Una de las grandes enseñanzas de la Revolución Cultural Proletaria es que constituyó la mejor manera, encontrada por el Estado-Mayor proletariado, encabezado por el camarada Mao Tse-tung, para liquidar a los representantes de la burguesía que estaban en el Partido, el Estado-Mayor burgués. A pesar de que los revisionistas estuviesen en la dirección del Partido y del Estado, en la medida en que la lucha de clases se agravaba y por su propia dinámica, ellos eran obligados a descubrirse. Sin duda costó, pero finalmente tuvieron que descubrirse. Esto ocurrió cuando el movimiento de educación socialista, bajo los auspicios del camarada Mao Tse-tung, en 1962, volvió al filo de su asalto contra los elementos burgueses infiltrados en el Partido. Ante la inminente pérdida de sus posiciones, los revisionistas chinos decidieron ofrecer una resistencia desesperada, bajo la dirección del Jruschov chino.

Cuanto más urgente era la tarea del saneamiento en la esfera educativa, literaria y artística para colocar la superestructura política e ideológica en consonancia con la base económica socialista, y en creciente avance, tanto más notable se mostraba la oposición de los elementos arraigados en esos sectores y los que amparaba la cúpula del Partido. Era una oposición que había estado actuando durante algún tiempo y destilaba sutilmente su veneno para preparar el terreno, y ganar a la opinión pública, en contra de la línea proletaria y sus representantes. Sus malas críticas aparecían como consejos de prudencia y de sentido común. Aprovechaban todas las dificultades temporales para recriminar los movimientos de las masas y reclamar modificaciones en la línea general del Partido y frenos a la Revolución Socialista. Habían llegado a sistematizar toda una línea de clase burguesa, contraria a la línea socialista y organizaron una conspiración para tomar el poder en el momento adecuado.

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Con su brillante visión de revolucionario, el camarada Mao Tse-tung comprendió la necesidad de llamar a las grandes masas en defensa del poder proletario y para bombardear el cuartel general burgués que se había entronizado en el Partido, y desenmascararlo por completo. Dio la alarma y se lanzó a la lucha contra los revisionistas burgueses.

La Revolución Cultural fue, por tanto, resultado de un proceso objetivo de agravación de la lucha de clases, en la que las líneas que se enfrentaban, al principio, aparentemente en torno a los problemas educativos, literarios y artísticos, expresaban, de hecho, la lucha por el poder entre los dos Estado Mayores dentro del Partido, el proletariado, encabezado por el camarada Mao Tse-tung, y el burgués, dirigido por el Jruschov china.

Por eso, la Circular del Comité Central del PC de China, del 16 de mayo de 1966, sobre el «Informe Esquemático de Pengcheng» caracterizó así al grupo antipartido y antisocialista: «Los representantes burgueses que se infiltraron en el Partido, en el Gobierno, en el Ejército y en los diversos sectores culturales, son un grupo de revisionistas contrarrevolucionarios que se apoderaron del poder y convertiran la dictadura del proletariado en dictadura burguesa, tan pronto como tengan oportunidad. (…) Por ejemplo, gente como Jruschov todavía se refugia a nuestro lado«.

La situación y la referencia eran claras. Cuando las llamas de la Revolución Cultural Proletaria comenzaron a crepitar entre la juventud de las escuelas y entre las grandes masas a través de los dazibaos y de los debates, los enemigos principales del pueblo salieron de sus escondites para atacar el movimiento que se iniciaba impetuosamente. Utilizando las posiciones que ocupaban, reunieron todas las fuerzas a su disposición y se lanzaron a una represión feroz, sangrienta, de la que sólo son capaces los revisionistas y fascistas en el poder.

De forma que, cuando escuchamos a los escuderos revisionistas del liberalismo y de la burguesía acusar a las masas revolucionarias chinas de emplear el terrorismo, no es tan difícil entender que su objetivo es, en realidad, ocultar sus propios crímenes y justificarlos. El «socialismo con libertad» que hoy predican los revisionistas no significa que el pueblo deba tener derecho a la libre expresión o a la lucha, a su modo, contra las viejas clases explotadoras. Esta libertad es la que ellos quieren suprimir por todos los medios, a sangre y fuego. Basta que cualquier trabajador soviético, o de otro país revisionista se pronuncie en contra de la traición revisionista y los excesos de la camarilla gobernante, o procure conocer las opiniones de los verdaderos marxistas-leninistas, para que sea sometida a prueba la concepción de libertad de los bandidos revisionistas. Será encarcelado o internado en un manicomio.

La verdad es que la Revolución Cultural estuvo a punto de ser estrangulada por las medidas punitivas y terroristas de la banda encabezada por el Jruschov chino. Aún así, sin embargo, se reveló una vez más el papel decisivo de la vanguardia proletaria, dirigida por el camarada Mao Tse-tung. La histórica sesión plenaria del Comité Central del PC de China, de agosto de 1966, que aprobó la decisión sobre la Revolución Cultural Proletaria, apoyó a las masas y a los cuadros revolucionarios en su rebelión y los orientó para que persistiesen audazmente en la crítica, en la lucha y en el repudio de todos los elementos que, en las instituciones estatales, cultural y del Partido, fuesen seguidores del camino capitalista y se opusiesen a las tranformaciones culturales y a la política proletaria. Era necesario apoyar a la izquierda, ganar al centro, combatir y aislar a la derecha.

Animadas por esta famosa resolución, las masas y los cuadros revolucionarios redoblaron el entusiasmo en sus acciones y rompieron, con valentía, con los lazos de la reacción revisionista burguesa. Como auténticos soldados del pensamiento de Mao Tse-tung, se lanzaron al asalto de los baluartes burgueses, exponiendo sus males y la conspiración que tramaba contra el pueblo y el socialismo.

Así, descrita magistralmente en el sentido teórico y político por el camarada Mao Tse-tung, y personalmente dirigida por él y su Estado-Mayor proletario, la Revolución Cultural daría a conocer todo su alcance y se descargaría de sus objetivos, en su propio curso y en la medida de los obstáculos que tuviese que superar. Las masas estaban prevenidas de que el enemigo ofrecería una tenaz resistencia, que los combates serían duros y prolongados y que habría marchas y retrocesos. Lo único probado y justo era confiar en las masas, respetar su iniciativa y movilizarlas sin temor, a fin de que se liberaran ellas mismas. ¿Por qué medios? Utilizando los amplios debates, aclarando las cuestiones suscitadas, revelando las posiciones, aprendiendo a discernir las contradicciones en el seno del pueblo de las existentes entre el pueblo y los enemigos.

Surgieron muchas cosas nuevas en la Revolución Cultural Proletaria, ya lo decía la Resolución de agosto de 1966, del Comité Central del PC de China. Se crearon grupos, comités y congresos de rebeldes proletarios y revolucionarios. Irrumpió la maravillosa Guardia Roja, alejando fantasmas y monstruos, causando el pánico entre los enemigos, pero llenando de júbilo a todos los sinceros partidarios del socialismo. En poco tiempo movilizó y unió a millones de jóvenes para defender las ideas proletarias y el pensamiento de Mao Tse-tung y llevar adelante la Revolución Socialista.

Mientras tanto, fue la clase obrera la que, después de movilizarla, pasó a constituir la fuerza dirigente de la Revolución Cultural y imprimir su estilo al gran movimiento revolucionario de masas que estremece China y el mundo. En enero de 1967, se desencadenó la conocida «tempestad de Shanghai» que dio origen al primer Comité Revolucionario y colocó el poder directamente en las manos de las masas, de sus organizaciones rebeldes, surgidas en el propio fuego de la Revolución Cultural. Era una demostración de que la lucha por el poder en China había entrado en una nueva fase. La divulgación del acontecimiento despertó un enorme entusiasmo y no tardó en aparecer la idea de que los Comités Revolucionarios deberían ser organizados por la alianza de las organizaciones revolucionarias de masas, del Ejército Popular de Liberación y de los cuadros revolucionarios. Despuntaba, así, la Triple Alianza como una nueva forma política de dictadura del proletariado en las condiciones del socialismo. Sobre la base de la Triple Alianza se encuentran las organizaciones revolucionarias de masas. Su columna de soporte es el Ejército Popular de Liberación. Y su núcleo es constituído por los cuadros revolucionarios. Todos gozan de la más amplia confianza de las masas.

Con la Triple Alianza, el nuevo poder proletario está más cercano al pueblo, más unido a él que nunca. Las organizaciones revolucionarias, representantes genuínos de los trabajadores, campesinos e intelectuales, de las masas más numerosas y humildes, eligen a sus miembros mas fieles para participar en los Comités Revolucionarios. De igual modo proceden los cuadros revolucionarios y el Ejército Popular de Liberación. Es una farsa de los enemigos de la Revolución Cultural, en particular de los revisionistas, calificar de maniobra antipartido o tildar de militarismo la participación del Ejército Popular de Liberación al lado del movimiento revolucionario de las masas. Jamás ha habido un ejército tan querido y ligado al pueblo como el Ejército Popular de Liberación chino. Constituído por trabajadores, se dedica al servicio del pueblo y lo defiende de todos sus enemigos internos y externos. No se presta al papel de opresor de los trabajadores y campesinos, como los ejércitos de la burguesía y de los terratenientes. Auténtica institución democrática, el Ejército Popular de Liberación trabaja para mantenerse y colabora en la producción y en la experimentación científica. Sus oficiales no gozan de privilegios. Ninguna minoría o cualquier grupo puede utilizarlo para satisfacer sus ambiciones de mando… Por eso apoya a las masas revolucionarias y es uno de los pilares de la Triple Alianza.

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La formación de esta Alianza y de sus Comités Revolucionarios permitió que la inmensa mayoría apartase del poder al pequeño grupo de elementos, que se consideraba superior y privilegiado, simplemente porque poseía el honroso título de miembro del Partido. Tales elementos conspiraban para restaurar el poder de la burguesía y restablecer el capitalismo en el país. Y cuando estalló la Revolución Cultural, hicieron de todo para ahogarla, recurriendo a los métodos más salvajes de represión y adoptando los medios más increíbles de solapamiento y de división de las luchas de las masas. Después de ser elegidos, los Comités Revolucionarios se hacen cargo de las tareas políticas, económicas y administrativas. Su misión principal consiste en llevar a cabo la revolución y promover la producción.

La Triple Alianza, como nueva forma de dictadura del proletario en China, representa una conquista de enorme significado internacional. Como se sabe, la cuestión del poder estatal de la dictadura del proletariado no fue sólo considerada una de las más importantes, si no la más importante de la teoría revolucionaria marxista-leninista. En sus grandiosas batallas contra la burguesía, el proletariado mundial conoció la experiencia imperecedera de la Comuna de París, una forma de Estado que, por primera vez en la historia, permitió la participación directa y decisiva de las masas en el poder. Unía las funciones legislativas a las ejecutivas y se volvía accesible a los trabajadores más simples, a la dirección del Estado. Como resultado de la experiencia de la Comuna de París, la doctrina del proletariado fue enriquecida con la lección de que la máquina del Estado debe ser destruída, con todos sus apéndices, y, en su lugar, construir una nueva, al servicio de la dictadura proletaria. Se puso en primer plano la cuestión teórica de que no basta solamente con tomar el poder, se trata, sobre todo, de mantenerlo y consolidarlo.

Casi medio siglo después de la Comuna de París, triunfo la Revolución de Octubre, habiendo creado el proletariado ruso el poder soviético, continuador de la Comuna, elevada forma de institución estatal democrática de la dictadura del proletariado, capaz de unir a su alrededor a las masas trabajadoras y explotadas más atrasadas y dispersas y de asegurar la transición al socialismo.

El poder soviético, como órgano de poder de la inmensa mayoría de las masas, antes oprimidas, contra la minoría opresora y como instrumento revolucionario para vencer la resistencia de sus enemigos, cumplió, durante un largo período, su papel. Debido, sin embargo, a la traición de los revisionistas jruschovistas, el poder soviético perdió su contenido de clase e hizo degenerar la dictadura burguesa. La histórica iniciativa del proletariado y de las masas chinas llena de justificada alegría a las fuerzas revolucionarias y marxistas-leninistas del mundo. La Revolución Cultural forjó, con la Triple Alianza, una forma estatal de poder por el cual las masas ejercen directamente su dictadura contra la resistencia de los enemigos y pueden, a través del uso de efectivos derechos democráticos, elevarse a condición de activos y conscientes constructores de su propia historia.

Todo esto demuestra que el pueblo revolucionario de China, con ideas y armas proletarias, está aplicando, de modo consecuente, las enseñanzas del marxismo-leninismo. Rompe radicalmente con las ideas tradicionales, después de haber roto radicalmente con las formas de propiedad tradicionales. Este trabajo de limpieza de los restos de la vieja sociedad, con el fin de purificar la atmósfera de la nueva sociedad, a pesar de no ser fácil, es vital para la causa del socialismo y el comunismo.

La acusación de los revisionistas de que la Revolución Cultural Proletaria está en conflicto con la cultura y el humanismo marxista-leninista es una hipócrita y disimulada apología del humanismo reaccionario y de la cultura decadente de la burguesía. La dictadura del proletariado perdería su razón de ser, si no privase a algunos intelectuales burgueses de la libertad de envenenar a la juventud con las ideas del individualismo, de la explotación del hombre por el hombre, de la guerra imperialista… de la falaz igualdad entre ricos y pobres.

La Revolución Cultural Proletaria pretende llevar a la sociedad china a consolidar el sistema socialista y a preparar la llegada del comunismo. Para alcanzar estos objetivos se basa en los conocimientos acumulados por la humanidad a lo largo de su historia y se guía por el pensamiento de Mao Tse-tung, que es la síntesis actual de estes conocimientos. Por consiguiente, refleja la más elevada expresión de la cultura, de la economía y de la política al servicio de las masas trabajadoras. La técnica y la ciencia, el arte y la literatura no estarán ni por encima, ni al margen de las clases, pero contribuirán a la extinción de las clases, a la construcción de la sociedad sin clases, el comunismo.

En China, la Revolución Cultural crea un hombre nuevo, libre del egoísmo y dedicado al bienestar colectivo. El concepto humanitarista reaccionario de la burguesía y de los revisionistas es falaz. El hombre no podrá jamás liberarse de las fuerzas alienantes, que lo maniatan en la sociedad capitalista, no será capaz de seguir conscientemente su propio destino, si las grandes masas trabajadoras, las verdaderas creadoras de la historia, no conquistan su emancipación a través de la dictadura del proletariado. Marx explicó que la naturaleza humana es inseparable de las relaciones sociales. Y agregaba que «la humanidad sólo dará el salto desde del reino de la necesidad al de la libertad» cuando fuera instaurada la sociedad comunista. O, como predijo el camarada Mao Tse-tung: «Llegará la época del comunismo en el mundo, época en la cual la humanidad procederá de manera consciente a su propia transformación y a la del mundo«.

La Revolución Cultural Proletaria ha demostrado la importancia histórico-mundial del pensamiento de Mao Tse-tung, como el marxismo-leninismo de nuestro tiempo. El pueblo chino, armado con el pensamiento de Mao Tse-tung, alcanzará todos sus nobles objetivos.

Fue el camarada Mao Tse-tung el que, combinando una larga práctica revolucionaria con una extraordinaria capacidad de abstracción y generalización, profundizó el marxismo-leninismo en el período en que el socialismo marcha inevitablemente al triunfo total y el imperialismo camina a la bancarrota definitiva. Desarrolló la dialéctica materialista, defendiendo la teoría monista del materialismo y afirmando que la ley de la contradicción es la fundamental del método dialéctico. Interpretando, de modo creador, la ley descubierta por Lenin sobre el desarrollo desigual del capitalismo, mostró a los revolucionarios de los países subyugados por los imperialistas la posiblidad de llevar la revolución a la victoria, a partir de las bases de apoyo en el campo y a través de la guerra popular revolucionaria. También aclaró, de manera accesible, el problema de la interpenetración entre la superestructura y la base económica y contribuyó a desenmascarar la teoría revisionista del incentivo material en la construcción del socialismo. Mostró que el incentivo material corresponde a la política burguesa, ya que no existe economía pura, aislada o elevada de la política. Partiendo de la idea leninista de que la política es la economía concentrada, el camarada Mao Tse-tung aclaró que en cualquier proceso social, la política viene en primer lugar y siempre se relaciona con el interés de esta o aquella clase. Esto significa que, o predomina política burguesa, o la proletaria; vence el camino capitalista o el socialista. No hay término medio.

El pensamiento de Mao Tse-tung restableció brillantemente y enriqueció la teoría marxista-leninista de la existencia de las clases y de la lucha de clases bajo el socialismo. Señaló que la comprensión de las clases, sólo desde el punto de vista económico, no era suficiente, siendo necesario considerarlas también desde el punto de vista político e ideológico, y que no se debe entender ninguna de las formas de lucha de clases separadas de las demás. Por lo tanto, la liquidación económica de las clases tiene que ser completada con la liquidación política e ideológica, que es la decisiva.

Por todas estas circunstancias, la China de la Revolución Cultural Proletaria y de Mao Tse-tung se convirtió en el centro de la revolución mundial y en el más poderoso baluarte de la lucha contra el imperialismo. Es la nación socialista que, ante el agresor norteamericano, mantiene una política que responde a los intereses de la inmensa mayoría de la humanidad. No teme sus amenazas y, a su vez, apoya sin vacilaciones la lucha de los pueblos por su independencia nacional, por la democracia y por el socialismo. Esto se demuestra en la ayuda desinteresada al heróico pueblo vietnamita y en el rechazo de cualquier transacción con los revisionistas soviéticos, que maquinan mil y una maneras de quebrar la impresionante y exitosa resistencia de Vietnam a la invasión norteamericana.

La revolución cultural refuerza la conciencia internacionalista de pueblo chino en la lucha contra el imperialismo norteamericano, el mayor enemigo de la humanidad, y en la denuncia del revisionismo soviético. De China nos llega, hoy, el llamamiento enérgico a la unidad y a lucha valiente de los pueblos contra la santa alianza del imperialismo, la reacción y el revisionismo. La nación china se prepara para enfrentar, en cualquier momento, el ataque de esta santa alianza.

Bajo el liderazgo sabio y demostrado del camarada Mao Tse-tung, los trabajadores y los pueblos se unirán más sólidamente y alcanzarán la victoria.

Los comunistas brasileños, que recibieron con entusiasmo los grandes éxitos de la Revolución Cultural Proletaria, tratan de estudiar sus enseñanzas y difundir sus experiencias. Al mismo tiempo, levantan, cada vez más alto, la bandera roja del pensamiento de Mao Tse-tung, que revela a nuestro pueblo el camino de la revolución y de la guerra revolucionaria de liberación.

Traducción: Cultura Proletaria

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