ECUADOR: LA VICTORIA DEL BANQUERO LASO SE COMENZÓ A FRAGUAR CON RAFAEL CORREA

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¿Cómo pensar la derrota electoral deL «correísmo» socialdemócrata?

Resulta difícil para la izquierda criticar al llamado "progresismo" latinoamericano cuando de derrotas se trata. No obstante es desde ahí desde donde es posible romper con el "sentido común". La falta de conflictividad, incluso teórica, anula desde el comienzo la posibilidad de conformar organizaciones que construyan poder popular (...).

    Por CARLOS RAFAEL RODRÍGUEZ PARA CANARIAS SEMANAL. ORG.-

    La relevancia de la victoria electoral del banquero Guillermo Lasso Mendoza en la segunda vuelta de las elecciones del pasado domingo 11 de abril en Ecuador no reside en la novedad de que un empresario gane la presidencia de un país, sino en el hecho de que su notoriedad puede entenderse como una consecuencia del fracaso del reformismo que encarnara el gobierno de Rafael Correa. Lasso, no es un accidente histórico.

    La idea muy generalizada que concibe que el pueblo siempre «vota engañado» no es muy convincente a la hora de explicar por qué una parte importante de los votos del campo popular -emplazados por el denominado “indigenismo derechista” al voto nulo – han servido para la elección de Guillermo Lasso y no para la victoria del candidato socialdemócrata, Andrés Arauz, que prometía poner fin  las nefastas políticas neoliberales del otrora candidato de Correa, Lenin Moreno.  Esta teoría de la manipulación olvida que la “mediatización” abarca todos los niveles de la experiencia, y no se reduce únicamente al consumo de información política que los medios hacen circular. 

    Que un banquero como Lasso haya ganado en estas elecciones frente a un candidato que se pretende representante de «la izquierda» multiplica las preguntas que no se satisfacen con respuestas simplificadoras. No obstante, sí que podemos aventurarnos con algunas líneas  de reflexión.

    Como apuntábamos con anterioridad, este resultado electoral tiene mucho que ver con la incapacidad del llamado “correísmo” para presentar un proyecto que rompiera con el sentimiento de animosidad entronizado en buena parte de la sociedad ecuatoriana –incluida la denominada izquierda– por las promesas incumplidas de la llamada “revolución ciudadana”, que lideraba ex presidente Rafael Correa.

    Un sentimiento de encono que se fue alimentando progresivamente por los constantes conflictos entre su gobierno y una parte importante de los movimientos sociales del país. Hay que recordar que la estrategia política de Correa y de la dirección de su movimiento político, Alianza País, se caracterizó por la confrontación con la mayor organización indígena de Ecuador, la CONAIE, con el mayor sindicato de la enseñanza, la Unión Nacional de Educadores, UNE, con el sindicato de la empresa nacional, PETROECUADOR y otras organizaciones sociales, especialmente las sindicales agrupadas en el FUT y el movimiento de mujeres. Jamás el gobierno de Rafael Correa definió una política de diálogo o negociación con los movimientos sociales.

    Ello explicaría por qué Arauz, candidato reconocido como correista, no logró desvincularse de aquel proyecto de «revolución ciudadana» que no tocó las bases estructurales del sistema capitalista, ni las de la dependencia del país por la dolarizaciónArauz fue visto como el regreso del proyecto correista y el agotamiento de esta propuesta reformista  terminó expresándose en la victoria de Lasso, quien salió beneficiado de la polarización “correismo y anticorreismo” que definió las elecciones en primera y segunda vuelta.

    Es ahí donde las derechas simplifican su discurso y ofrecen canalizar las frustraciones por la vía de la comunicación, cuya clave de funcionamiento no es la movilización política sino el manejo de los códigos comunicativos.

    En conclusión:  Guillermo Lasso no cayó del cielo. No es ningún secreto que el candidato de la oligarquía ecuatoriana contó lógicamente, con el apoyo de la clase empresarial, las clases medias tradicionales y el que le otorgan, por ahora, ciertos sectores populares. La pregunta sigue siendo la misma: ¿Cómo puede ser que una parte de la población empobrecida no perciba la amenaza a sus condiciones de vida que representa la victoria del ex banquero?

    La óptica de nuestra reflexión es clara. Esto no se debe a que el candidato Lasso cuente con habilidades novedosas para interpelar exitosamente a la población,  ni a la ceguera de los votantes, sino al fracaso de un «progresismo» que, pese a autoerigirse como representante de los trabajadores y los pobres, carece de un proyecto de verdadero cambios social y económico. En este sentido, se puede decir que el éxito del banquero Lass vino germinando en el seno del  proyecto reformista  de Alianza País, liderado por Rafael Correa.

    Con Guillermo Lasso en  el «poder” se vuelve a señalar la importancia  de  las dinámicas del poder. Por ello, criticar al progresismo no es un asunto abstracto, sino una tarea indispensable del presente, como forma de entender por qué las resistencias ante fenómenos electorales como los del 11 de abril en Ecuador han sido muy pobres, reduciendo a las fuerzas de izquierda a una melancolia impotente.  Y si no, ¿cómo conseguir que la política  no siga siendo una mera reproducción del orden existente?

https://canarias-semanal.org/art/30306/ecuador-la-victoria-del-banquero-laso-se-comenzo-a-fraguar-con-rafael-correa

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